lunes, 4 de abril de 2016

Peluquería Espumosa

La difícil tarea de enseñarle a mi hija, sabiendo que aprende para dejar de necesitarme. La felicidad de entender que los nuevos saberes son el alimento de su libertad.

Desde que aprendió a usar el jabón, mi única preocupación es tratar de que no se lleve las manos a los ojos. Desde que aprendió a enjuagarse intento, todavía sin mucho éxito, de que no tire demasiada agua fuera de la bañera. Desde que se me ocurrió alentarla a que se saque con agua la espuma del shampoo, mi tarea consiste en que el shampoo permanezca en su cabeza más de diez segundos.

Hoy llevé un espejo antiempañante, la idea era que se viera la espuma en la cabeza para que la curiosidad distraiga sus ganas de enjuague compulsivo. Pero lo bueno de las ideas, es que siempre pueden mutar en algo mejor e inesperado.

El primer peinado fue el clásico homenaje a Alfalfa, con el pelo en forma de obelisco inclinado hacia atrás. Luego pasamos a un inconfundible mohicano que popularizó la cultura punk. Mientras, las risas de mi hija no se hicieron esperar, soltó su baldecito y agarró el espejo para verse de diferentes ángulos. Entonces, salió un intento de Chilindrina y un copia del pelo trianguloso de Lisa Simpson. Finalizamos a los quince minutos, con un "viajando en moto" que dio inicio al enjuague de su cabello.

Más tarde, adhiero un post-it etéreo a mi calendario de futuras ideas, para recordarme llevar un piloto y botas de lluvia, que me protejan al tener que finalizar una actividad tan divertida y espumosa en un medio tan acuático.




domingo, 3 de abril de 2016

Inventando juegos

La lluvia nos invita a vivir el día de otra manera, la lluvia nos obliga a que seamos ingeniosos.

Como el clima no ayudaba a que podamos disfrutar el fondo de casa; abrimos el arsenal de libros, juegos y juguetes. Eran las diez de la mañana y ya se había aburrido de todo. El único remedio era inventar un juego.

Saltar al animal

Desplegamos tarjetas con dibujos de animales sobre el piso blando y saltamos al animal que se nombraba, tratando de que los saltos no sean desmesurados.

Escondida prohibida

Mi hija me lleva al lugar donde tengo que esconderme, me señala el lugar, inspecciona que me esconda correctamente, verifica que me va a costar salir con facilidad y sale corriendo a revisar alguno de los lugares que tiene prohibido. Aunque no estaba planificado, parece que este juego tiene premio. Se ganó un postrecito, una barrita de cereal y un diccionario ilustrado que le estaba guardando para cuando sea más grande.

Carrera de obstáculos

Reorganizamos algunos muebles de la casa y trazamos un curso. Trepar los puffs, avanzar rolando sobre el piso blando y pasar por debajo de un túnel de sillas. Iba ganando yo hasta que me trabé con una silla y me la llevé puesta a caballito. Obvio, quedé descalificado.

Gracias a estos nuevos entretenimientos, llegamos muy tranquilos al almuerzo y la siesta se adelantó.

Si bien son juegos simples, la que los inventó fue mi hija, yo sólo les puse el nombre. Cuando parece que estamos atrapados por el aburrimiento, ella siempre sabe ingeniárselas para que yo aprenda a divertirme.

sábado, 2 de abril de 2016

El poder de la música II

Hay días muy extraños en los que se cruzan una epifanía, una musa y las ganas de que las ideas se materialicen.

Lo que parecía un estribillo pegajoso que inventó mi aburrimiento para pasar el rato en un viaje con mucha demora, en la que se acabaron rápido mis recursos de entretenimiento; se transformó sin quererlo al día siguiente de arribar a casa en una canción.

La misma no tiene título, pero me imagino que ya saben a quién está dedicada...


Do M                              Mi m      
Perhaps, perhaps i've dreamt you.
La m
you are a wish in my life,
Fa m                      Sol
you are the hours of my time.

Maybe, maybe we've imagined you.
We used to talk about you,
how you' behave with your names.

 Chorus
Baby, baby I love you.
you are the light of our life,
you are a thought of our love.

Perhaps, perhaps we whispered you.
You came to swim in our hug,
you follow us to our hopes.

Maybe, maybe I wished you so much.
I´m sure you know
you are the soul of my soul.

Dejando el pañal - Tomo Cero

Porque todo, menos el tiempo, inicia en algún momento. Como mencioné anteriormente, un día decidimos que era el momento justo para que mi hija dejara el pañal.

Seguíamos transitando el mes de su segundo cumpleaños, la temperatura era ideal y faltaban casi tres meses para que volviera al jardín. Pero en diez días, salíamos de vacaciones durante un mes, el viaje en auto duraría al menos siete horas y cuando volviéramos, la vuelta al trabajo reorganizaría a la familia de nuevo. El período vacacional era necesario para reforzar el hábito pero no nos podíamos arriesgar a iniciar el proceso en un lugar todavía desconocido para nuestra hija.

Recuerdo tener pesadillas acerca del tema, me hablaban otros padres de una o dos semanas infernales e inevitables. También recordaba con cierto pesar, a mi madre contarme los pormenores del asunto cuando ella decidió que no lavaría más pañales (sí, cuando yo era bebé era todo más ecológico y salvaje). Pero mi mayor miedo, era que se cruzaran, en el camino a dejar el pañal, los viajes largos hacia el maternal. Hasta ese momento, cada vez que salíamos llevaba una muda de ropa para ella, imagínense el tamaño del equipaje si tuviera que haber llevado una muda para mí.

El día anterior desarrollamos un protocolo de acción, para el momento en que ella nos pidiera. Pero el manual para ayudar a que eso sucediera nunca lo encontramos.

Ese martes a la mañana, me aseguré que todos los sitios de pronósticos meteorológicos coincidieran con una margen del cinco por ciento de diferencia, en que no llovería por los próximos siete días. Mi hija dormía y tenía el pañal seco. Quedaba stock para un último cambio, pero lo guardé con mi última sonrisa del día en la caja de los recuerdos.

Confiado en comenzar con el pie derecho, la levanto despacito, le saco el pañal y la siento en su pelela. Cuando despertó, le cantamos algunas canciones durante veinte minutos hasta que se levantó en un descuido y salió corriendo a esconderse. La encontré fácilmente siguiendo el rastro que dejó en el camino.

Al atardecer, el marcador era catorce a cero y teníamos la mitad de los muebles afuera, aireándose con las débiles brisas del ocaso.

No fue uno de mis mejores amaneceres, mi hija se hizo experta en esquivar la pelela, incluso se divertía corriendo alrededor de la casa visitando rincones inaccesibles. Nunca tuvo la casa tanto olor a limpio, en todo momento uno limpiaba y el otro se encargaba de la instrucción. Para la merienda, nos peleábamos por limpiar y  para estirar el momento, repetíamos el proceso tres o cuatro veces.

Al comenzar a picar el ajo para la cena, me dí cuenta que tenía las manos agrietadas, por un ardor letal que me dejó sin apetito. Sólo cociné para ellas un arroz con queso, comida vaga si las hay. Al llamar a comer, mi hija me responde: "¡PIPI, PIPI, PIPI!.

Accionamos el protocolo con una sincronía familiar perfecta y el festejo duró hasta la madrugada, esa noche cambiamos el menú televisivo por videos motivadores sobre decirle adiós al pañal y darle la bienvenida a la pelela. El marcador finalizó dieciocho a uno.

El tercer día arrancó bien con algunos contratiempos, pero pasado el mediodía, la sonrisa nunca volvió a despegarse de mi rostro.

Podría decir que el proceso de dejar el pañal tardó menos de una semana, también que duró casi tres días. Pero la verdad, es que el tiempo transcurrido fue de ciento noventa y tres mil ochocientos cincuenta y siete segundos, milisegundos más milisegundos menos, quién los cuenta.