viernes, 30 de septiembre de 2016

Mi hija y la tecnología - Tomo I

La tecnología es el presente de mi hija y supongo que va a ser el alfabetismo de su futuro.
Si bien en casa tratamos de fomentar el uso significativo de las herramientas tecnológicas, la realidad es que también las usamos para cosas tan triviales como llamadas telefónicas, leer las noticias, consultar el clima o mensajear con familiares y amigos.

Hace tiempo que mi hija se concentra al momento que ingreso el patrón de seguridad de mi teléfono. Inocentemente, yo le muestro con ganas para que aprenda. Al agregarle fotos a los contactos familiares, aprendió a elegir a quién llamar y a activar el altavoz para no tener el aparato cerca.

Aprovechando que yo estaba picando cebolla y sus secuaces para una salsa, agarró mi celular y se lo llevó a pasear. Cuando termino de poner el wok al fuego me doy cuenta que mi hija estaba hablando con alguien. Le saco rápido el teléfono, como estaba la pantalla bloqueda no se veía con quién hablaba, acerco lentamente mi oído y escucho una carcajada estertórea. -¡Tu hija me convenció, vamos a hacer el proyecto!- Haciendo un repaso mental de mis últimas cotizaciones, no me quedó otra que decir  -Disculpá, no puedo ver el contacto. ¿Quién habla?-  y más risas.

En quince minutos con mi teléfono, con sus dos años y medio, mi hija se las apañó para asignarle fotos a varios contactos, mandar audios por mensaje a su abuela, reordenar mi escritorio principal, bajar dos nuevas aplicaciones y cerrar exitosamente la venta de uno de mis proyectos.

Hamaca para caracoles

La mejor forma de pasar el día, es integrar el trabajo mío con las ganas de jugar de mi hija. Aprovechando el inusual calorcito matinal, empecé temprano a excavar una zanja de desagüe en una zona donde el terreno está relleno de escombros. A mi hija le traje su arenero móvil acompañado de las copias en miniatura de las herramientas de papá; baldes, pala, rastrillo, carretilla y zaranda.

A medida que avanzaba la faena, fuimos encontrando grillos, arañas, bichos bolita, más arañas de otras especies, hormigas, un sapo y caracoles. Los grillos se escaparon solitos, a las arañas las espantamos a soplidos, los bichos bolita volvieron a rodar la vida, las hormigas siguieron su camino y al sapo lo mudamos a una casita que le construimos cerca de los perejiles de la huerta.

Le llamó la atención que los caracoles estuvieran quietos, así que le expliqué que estaban dormidos. Enseguida junto varias piedritas, formó un rectángulo y acostó a los tres. Al rato empezaron a asomar, supongo que para ver quién era la persona que no paraba de decir -¿Caracoool, Dónde estáaas?.

Luego de otro metro y medio de zanja, mi hija sale corriendo para el fondo con los caracoles en un balde. Medio metro de zanja después, las risas de mi hija despiertan mi curiosidad.

Colgó la palita alta con portaescoba sobre el tender a casi dos metros de altura, sentó a sus caracoles y los empezó a hamacar. Mi hija me miraba con sus ojos sonrientes que decían - ¡Mirá papá lo que hice!. Entre asombrado, orgulloso y contagiado por su felicidad; me uní al juego de hamacar a los caracoles, que parecían más felices que yo.

El problema fue cuando ella dijo: ¡Mi turno!!!


miércoles, 21 de septiembre de 2016

El día que no sobró relleno de empanada

El día que hacemos empanadas, es porque cuando abrimos la heladera lo que hay no alcanza para ninguna comida que se valga por sí sola. Sólo la fuerza del montón, desvía el camino de nuestra elección hacia un perfecto rejunte de ingredientes que reviven de sabor, amontonados y envueltos en (una especie de finísimo) pan.

Siempre que hay movimiento en la cocina, mi hija se agencia un lugar en primera fila para participar de la parafernalia. Hoy toca hacer empanadas y el relleno, siempre abundante para que no falte, ya lo tengo listo. La tarea preferida de ella es desmontar los films separadores de las tapas. Se dedica tanto a la faena que el calor de sus manos se diluye en la masa y le proporciona una elasticidad inusual.

A la hora de repulgarlas, me doy cuenta que el relleno parece poco y les agrego un poco más. Al finalizar las usuales quince empanadas las pinto con huevo y las pongo en el horno. Luego, instintivamente agarro la cuchara, la meto en el bowl en busca de un poco de relleno para probar como quedó el "sabor final" y por primera vez en mi vida sale vacía.

Después de la sorpresa inicial, entiendo que las manos mágicas de mi hija, hicieron que desaparezca entre las tapas de empanadas todo el relleno. Que siempre hago de más para que nunca falte y poder degustar durante la espera.

La próxima voy a hacer un par sólo de queso para asegurarme la "picadita" entre el repulgue y la empanada.



Inventos (aún no inventados) para padres primerizos

Este compendio, está destinado a esas ideas "geniales" que se me ocurrieron en momentos difíciles de la crianza de mi hija y que nunca terminaron en algo concreto.

  • Estufas colgantes, para ir subiéndolas a medida que crece mi hija.
  • Ropa extensible con el mismo sistema de botones de los bodies.
  • Un pañal provisto con un film separador desmontable para que el popó pueda irse por el inodoro y el resto con pipí al tacho.
  • Teclado con sonidos del tecleado que se mimeticen con el ambiente y el horario. Si escribo de 4:30 am hasta las 8:00 am que emita sonidos lejanos de pájaros cantando. Si escribo durante la siesta que emane el agradable arrullo de la brisa primaveral sobre las flores blancas de los tréboles del jardín.
  • Un mouse que cliquee al cerrar uno de mis párpados, de más está decir que esté exento de ruidos.
  • Un robot perseguidor que vaya tras los pasos de mi hija acomodando todo en su lugar.
  • Una cama matrimonial con paneles anticaídas desplegables.
  • Un triciclo con regulador de velocidad.
  • Una vincha de silicona invisible para protegerle la frente.
  • Una pechera con airbag para protegerla en los viajes y cuando se tropieza.
  • Zapatillas con almohadones en las puntas para llegar más rápido a evitar las caídas.
  • Conjunto de ropa y pechera de velcro para cuando la llevo dormida a upa y necesito de mis dos manos. 
  • Una máquina que fabrique tiempo para desarrollar todas las ideas que se me ocurren.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Cosecharás la falta de sueño...


Comencé a sospechar que la paternidad iba a alterar mi plan de horas de sueño al segundo día del nacimiento de mi hija.

Estábamos los tres durmiendo en la habitación de la maternidad y nuestra hija nos informó que tenía hambre a las 3 am. Me acerco a la cunita, la levanto con mucha cautela, delicadeza y el miedo primerizo de hacer algo mal. Lentamente la llevo con su madre y me acuesto rápido para descansar los ojos unos minutos más.

Lo que sigue yo no lo recuerdo, me lo contó mi mujer. Al término de la ingesta nocturna de mi hija, mi esposa me chista susurrando que ella se había dormido. Después del quinceavo chistido, me levanté y fui hasta la cunita, alcé a un bebé imaginario en brazos y lo comencé a arrullar. Según el relato de mi esposa, parece que en algún momento acosté de nuevo al bebé imaginario, lo tapé con la sabanita y me volví a soñar en la cama improvisada. Me desperté de verdad al rato con la carcajada de ya saben quien.

Con el paso de los meses, hubieron algunos episodios que evidenciaron la constante falta de sueño.

Salgo con mi hija a pasear, le mando fotos a mi esposa y me contesta -¿Qué le pusiste?-. Le respondo que cuando tengo sueño no puedo combinar bien los colores.

Puse la taza para mi desayuno vacía a calentar en el microondas. Tardó tanto en enfriarse que me tomé un vaso de leche fría en una señora mañana de invierno.

Con los fideos en la mano, me distrae la espuma que sale del agua hirviendo. En vez de echarle un chorrito de aceite para que no se peguen le tiré  un poco de lavavajillas.

No recuerdo el día en que dejé un puñado de broches para la ropa embolsados en el freezer.

Cuando creo que tengo tiempo para leer algo, me quedo colgado varios minutos y nunca paso de la primera oración.

Salí hacer las compras al almacén con dos zapatillas parecidas.

Paso mucho tiempo en internet buscando alguna fórmula mágica para que las cinco horas que duermo por día rindan el doble.




Budín casero casi relleno de frutas

Con mi hija disfrutamos mucho preparando y degustando nuestro budín casero relleno. Todavía no sé por qué, rinde más meriendas y desayunos que un budín simple. Un budín simple y glaseado, es probable que no viva más de una tarde.

No termino de pronunciar la pregunta -"¿Vamos a hacer una torta?-, que mi hija empieza a enumerar emocionada los ingredientes - "Hevos, Hrina, Zúcar, Mateca."

Abre la heladera, me pasa dos huevos, los deja adentro del bowl, le explico por enésima vez que primero hay que romperlos, empieza a cascarlos contra el canto de la mesada y acerca la oreja para escuchar el chasquido.

A los huevos, le agregamos 125 gramos de manteca derretida, 125 gramos de zúcar y 185 gramos de harina leudante. Yo me encargo de medir y mi hija de dosificar. Adicionar polvo para hornear y esencia de vainilla a ojo de bebé. A la montaña de ingredientes, contamos juntos cinco segundos de chorrito de leche de sachet.

Cuando están todos los ingredientes dentro del recipiente, batir dos o tres minutos con batidora eléctrica. Hasta ahora nunca me pude hacer el tiempo necesario para medir los minutos con batidor manual.

Siempre me acuerdo en esta instancia que había que precalentar el horno al principio. La temperatura ideal son 130° C, para hacer esto a mi me basta con girar la perilla diez grados desde el mínimo. Si no se entendió bien, la medida justa es un poquito más que el mínimo.

La parte más divertida, es enmantecar y enharinar el molde. A mi hija no le gusta mucho la textura de la manteca en sus manos, así que sólo se encarga de hacer mucho lío haciendo su "baile de la harina".

Agregar un poco de "prebudín" en el molde y echarle una capa de mix de frutas. Siento medio liviana la bolsita, la miro a mi hija, estira su manito, elije un pedacito de castaña de cajú y se lo zampa rápido a la boca. Ahí entiendo que mi hija se dedicó más a picotear las frutas secas y abrillantadas que a prestarme atención.

Seguir como se pueda con las sucesivas capas y guardar en el horno hasta que esté doradito arriba. Esto puede pasar en 40 o 60 minutos, depende del horno. Dejar enfriar lo que se pueda y a disfrutar!!!