miércoles, 29 de junio de 2016

Pensamiento lateral

Una imagen vale más que mil palabras... Tened paciencia y tendréis ciencia (B. Gracián)...

Nos regalaron un mueble para la habitación de nuestra hija. El anterior, aunque viejito y deteriorado, era pintoresco. Pero además de ser guardarropas, tenía una función importantísima, trabar la puerta para que no se cerrara de golpe cuando abríamos las ventanas para ventilar nuestra casa.

Después del segundo portazo, puse manos a la obra para remediar la situación. Luego de fallar tres veces con tres inventos macgyverianos (en realidad si fueran macgyverianos no hubiera fallado la primera vez), y mientras revolvía mi cajón de herramientas buscando alguna solución escondida en el fondo, mi hija me viene a buscar contenta y ansiosa para que vea algo urgente....


Y colorín colorado, el invento de mi hija, sí ha funcionado....

lunes, 13 de junio de 2016

Las horas que no alcanzan

6:30
¡Papá lecheee! Levantarse, ver cómo está, volver corriendo al cuarto a buscar las pantuflas, prender la luz porque no las encuentro, despertar a mi esposa sin querer y mentirle con la hora que es, calentar agua, aprovechar para dormir unos minutos parado, cuando el calor de la llama comienza a irradiar mi cara sonreír porque sueño que estoy en la playa, contar las ocho cucharadas por sexcentésima nonagésima segunda vez, cerrar los ojos de nuevo e imaginar que soy Tom Cruise en Cocktail, llevarle la mamadera, mientras la toma me gruñe y me señala la guitarra, mientras toco y canto bajito pienso en el largo día que nos espera.

7:00

Mientras preparo panqueques con una finísima capa de dulce de leche y ella me mira desde su mesita, escucho al camión recolector a lo lejos, meto todo lo que parezca basura a la bolsa hasta llenarla, abro las tres trabas, salgo corriendo a la calle, alcanzo al camión a mitad de cuadra, revoleo la bolsa hacia el montón, les deseo buen día a los muchachos, vuelvo corriendo a casa y me detengo unos minutos de espaldas a la estufa hasta que mi sangre vuelva a tener una temperatura adecuada.

7:15

Desayuno familiar, volvemos a repetirnos con mi mujer lo que hablamos la noche anterior antes de quedarnos dormidos porque seguro que lo olvidamos,

8:00

¡Adiós mamá! beso-beso. Empieza el día de verdad... A lavarnos los dientes, me supervisa la cantidad de pasta, el caudal del agua y me indica cuando debemos dejar de hacer buches. Nos sentamos con todos los osos y muñecas a ver un poco de dibus.

8:30

Cuando el sol hace ese brillo extraño en la tv, comienzan los ejercicios de estiramiento, una mezcla de yoga vago y rutinas gimnásticas zombies.

9:00

Exprimido de naranjas. Las elige ella y las contamos juntos, dependiendo el tamaño entre 4 y 6. Se sienta a mi lado y siempre intenta exprimir alguna al grito de FUERZAAAAAA!! Luego se toma su tiempo para disfrutar su juguito.

9:30 

Refrigerio de media mañana. Galletitas caseras de naranja, chipá fatto in casa o pochoclo casero con oliva y estevia. Todo hecho a dúo. La espera de cocción so sobrelleva con algún rompecabezas. Si es pochoclo basta con 8 rompecabezas mezclados de 4 piezas. El resto requiere de uno grande de 30 piezas.

10:30

Persecución al triciclo, me subo como puedo al caballito de goma inflable y nos sometemos a una carrera casi interminable, siempre se interrumpida por abandono mío.

11:00

Actividad nueva, novedosa o compleja. El top tres lo integran el proyector para celulares, las maracas de envases de huevos kinder rellenos de arroz y el lanzador de misiles de papel. Si el día está lindo ahora en otoño, salimos al parque a jugar en el arenero, a lanzar el frisbee y a regar las plantas.

12:30
Cocinamos juntos. El menú de hoy: milanesas de pechuga de pollo con mucho perejil y poco ajo, hechas napolitanas y a caballo. Nada frito, todo al horno.

13:30
¡Postre, postre!!!! Un claro indicador que ya terminó de comer. Empieza la búsqueda del tesoro en la heladera.Si no hay monedas del tesoro, ni serenito, elige alguna fruta. Me doy cuenta si sólo hay fruta por su cara de desaprobación,

14:00
La ceremonia del baño empieza cuando comienzo a llenar su bañadera. Cual ninja super entrenado, al darme vuelta, siempre la encuentro con sus toallas al hombro esperando la orden para zambullirse. Ahora que está empecinada en vestirse sola, este momento puede llegar a parecer eterno y al mismo tiempo muy gratificante.

15:00
Siesta.

16:30
Después de ordenar todo un poco, lavar los platos, poner el lavarropas, visitar el baño, contestar algún e-mail, es mi turno de recostarme. Intento dormirme, pensando que en breve la tengo que despertar para que la noche no se extienda más de lo necesario. O sea, me levanto enseguida a prepararle su mamadera de la tarde. Vuelvo a contar las ocho cucharadas de leche por sexcentésima nonagésima tercera vez y empiezo a despertarla.

17:00

Merendamos con las sobras de la media mañana. Si no sobró nada, siempre tengo algún tubito de masa de chipá reservado en el freezer. 

17:30

Témperas y pinceles. Tenemos tres tarros con los colores primarios. Los mezclamos en los soportes vacíos de las cajas de huevitos Kinder. Ella dibuja soles, a mamá con forma de espárrago, a papá con forma de papa tardía, árboles y animales. A mi me toca dibujar retratos de sus osos y muñecas, a los que ella se encarga de hacerlos posar.

19:00

Después de limpiar el piso, los pisos blandos, los pinceles, los envases y de secar los dibujos con el secador. Comenzamos a higienizarnos nosotros. Siempre queda un poco de témpera en el lugar menos pensado y hay que volver a empezar.

19:30

Rompecabezas, libros, castillos con bloques, reacciones en cadena, fútbol living, saltar en la cama, masa. El tiempo vuela, sus risas llenan la casa y el cansancio nos comienza a empujar.

20:30

Canciones de Canticuénticos para ella. Para mí, cocinar, cantar y bailar. Hoy, colita de cuadril mechada con ajo y morrón con batatas, manzanas y cebollas al horno. A fuego lento la comida y nosotros miramos algún dibujito de los de antes en youtube. 

21:30 

Llega mamá, nuestra hija nos amalgama en un abrazo familiar reconfortante, energético y amansador. 

21:40
Ducha milimétrica, veloz y ambientalmente correcta.

21:50

Cena familiar, tratando de formar un triángulo.

22:30

Ellas se acuestan abrazadas.

23:00

La llevo despacito a su cuna. De vuelta en la cama con mi esposa, nos saludamos de con los pies. Hablamos hasta quedarnos dormidos.

03:00

El sueño me despierta, voy a verla, está destapada y la vuelvo a tapar. Vuelvo a la cama y mi mujer me pregunta qué hora es, yo le digo que las 7, pero mucho no me cree, me sonríe y se vuelve a dormir saludándome los pies.


Aclaración: Si al terminar de leer usted piensa que hay algún bache en el racconto, el mismo debe llenarse por preparar jugo, tomar líquido, momentos para hacer pipí y popó, higienizar cada vez los enseres para tal propósito, lavarse los dientes algunas veces más, lavarse las manos antes de cada comida y después de cada visita al toilet, algunos minutos inflando el caballito, barrer cada tanto, limpiar algún ocacional accidente hidrológico, cantar "A guardar, a guardar", etc.

martes, 7 de junio de 2016

Deportes de riesgo

La actividad física es una de las mayores fuentes de felicidad que dispone el ser humano.

Como ya he dicho otra vez, mi hija empezó a caminar a los ocho meses y a correr aprendió un día después. Siempre que la miro suelta por el patio, recuerdo que mi madre me decía que yo nunca había aprendido a caminar, sólo aprendí a correr.

Cuando el clima ayuda, salimos a disfrutar del césped. Ya aprendió a lanzar con puntería el frisbee, a buscar hormigueros de cortadoras y a jugar al fútbol. Patea con ganas y driblea con soltura; también da unos abrazos que me derriban y derriten cada vez que grita un gol.

Puertas adentro los muebles tienen una disposición estratégica para formar una pista de triciclo. Puede recorrer toda la casa sin tropiezos, aunque tiene una curva tan cerrada que al doblar queda andando en dos ruedas (mientras escribo esto, miro al triciclo y trato de idear una forma de ponerle un par de rueditas extras).

Para generar un poco más de adrenalina, el deporte de riesgo del momento es rolar en familia sobre la cama de papá y mamá. Los tres al unísono damos vueltas con una sincronía perfecta. A veces a mi hija le gusta cambiar bruscamente de sentido despatarrándose por todos lados. En una de esas maniobras peligrosas, el empeine derecho toma de lleno mi cabeza y la fuerza de semejante patada me tira de la cama. Tirado de espaldas al piso veo asomarse a mi hija con una de sus famosas sonrisas compradoras, emite una breve carcajada y me grita GOOOOOLLLLL!!!!

Tres días y pico de lluvia

Los días de lluvia siempre fueron de mi agrado, hoy los sigo disfrutando, siempre y cuando sean esporádicos, no consecutivos y no dejen charcos de barro en el patio de casa. A medida que crece mi hija la cantidad de actividades que podemos hacer y disfrutar juntos es tan abrumadora que ya no me asusta tanto el encierro pluvial.

Hace seis meses que dejó los pañales y el único inconveniente que tuvimos fue por una cistitis, durante un fin de semana extra largo y excesivamente lluvioso; en el que la palabra que más repetimos, despiertos y en sueños, fue pipí.

Los juegos que tenía planeados fueron rápidamente reemplazados por el baile de la pelela, meteoritos de papel higiénico, competencias olímpicas de bañadera y la búsqueda del tesoro. Por tesoro me refiero a una bombachita seca, ya que entre el importunismo de los efectos secundarios de la cistitis y la humedad extrema de una tormenta interminable seguían húmedas las que habíamos colgado tres días antes.

La desesperación, me llevó a momentos de debilidad y resignación. Me avergüenza reconocer que evalué por un instante los pros y los contras de ponerle de nuevo pañales hasta que salga el sol.

Después del baño, sabiendo que no tenía más bombachitas secas, alargué lo más posible el momento para vestirla, con varios cambios de vestuario. Luego, mientras le secaba el pelo en posición de soplidito tibio, se me ocurrió secar sus prendas íntimas con el secador. Me armé un tender improvisado entre los lados de la cuna y a secar.

Mi mujer se asomó, se sonrió y me guiñó un ojo. Si, si mi amor, después te enseño! le respondí.


lunes, 6 de junio de 2016

La importancia de llamarse papá

Después de pasarme los nueve meses que duró el embarazo repitiéndole que quién hablaba era papá, era de esperar que su primer sonido gutural fuera exactamente ese. A los cinco meses de vida me sorprendió mientras la estaba filmando. Así que me pasé el mes subsiguiente y mi primer día del padre, vanagloriándome con el video de mi hija diciendo papá con sólo 150 días de vida.

Con el tiempo, entendí que fue un hecho fortuito e involuntario. Su primera palabra intencionada, vino poco tiempo después.

Las primeras vacaciones largas en familia, fueron luego de que ella cumplió los dos años. Dos semanas con mi familia y un mes con la familia de mi esposa. Fue en esta época, que mi hija descubrió que mi nombre de pila no era papá. Al poco tiempo de haber vuelto de las vacaciones, a mi hija se le dio por empezar a llamarme por mi verdadero nombre. Tengo que confesar que cada vez que lo mencionaba, era como si usase mi pecho como tiro al blanco de dardos paralizantes. 

Viajando en el subte decía mi nombre:  mi sonrisa se desvanecía y me sentía como el tío lejano y copado. A la salida del maternal me buscaba entre la muchedumbre, se le dibujaba felicidad entre sus labios, corría a mi encuentro con los brazos abiertos, nos fundíamos en un abrazo interminable, me miraba fijo a los ojos y decía :¡Hola....(mi nombre)! De repente todas las madres me miraban con desaprobación. La situación me destrozaba de a poquito y la esperanza de que volviera a llamarme papá, se diluía cada día un poco más.

Después de pasar una semana sin dormir, tomé al toro por las astas. Muy amablemente, le solicité a todos los que tienen contacto con nosotros que me comenzaran a llamar papá frente a mi hija. Así la panadera, el verdulero y la almacenera comenzaron a llamarme ampulosamente papá. Mi esposa, mis hermanos, mis sobrinos me llamaban papá. Hasta mi papá me decía papá...

En pocos días, el maquiavélico plan dio resultado. Volví a dormir bien y la palabra papá que decía mi hija, comenzó a tener una importancia mayor. También mi orgullo creció un poquito más durante este período, por momentos muy esporádicos y brevísimos me sentí el "papá del pueblo".