jueves, 22 de diciembre de 2016

La gran semana de las escondidas

Esta semana, aprovechando que mi hija ya cuenta hasta diez, aprendimos a jugar a las escondidas en el patio de casa. Para mi sorpresa, el juego duró casi una hora ininterrumpida.

A la noche empecé a preparar todo para cocinar, pero como mi hija me seguía saltando con los ojos tapados al grito de -¡Escondida, escondida!. Miré a techo por unos segundos mientras bostezaba y tuve uno de esos escasos momentos únicos de iluminación paternal.

Empezamos a jugar y yo contaba hasta diez muuuyyy leeentaaaameeeeenteeee mientras pelaba las verduras. La encontraba, volvía a contar mientras picaba la cebolla. Volvía a descubrir su escondite y me acercaba corriendo a ver cómo seguía la salsa por diez segundos cada vez más aletargados.

Para el final de la semana, mi hija se convirtió en una eximia profesional en el arte de camuflarse en el hogar, Esto quedó determinado luego de diez minutos de pánico y desesperación en los que no la podía encontrar por ningún lado porque ella había empezado a jugar pero no e había avisado.

viernes, 18 de noviembre de 2016

Misión imposible 1: Educación Vial

Mientras le explico a mi hija que no se debe cruzar la calle mientras veamos al hombre rojo en el semáforo, veinte personas cruzaron apurados para que no los pise el auto que venía anunciándose a bocinazos. Mi hija me mira descreída mientras le sigo explicando que esas veinte personas que cruzaron en rojo están desquiciadas y que nuestra forma de comportarnos sería lo normal.

Seguimos avanzando y nos encontramos con las barreras bajas que anuncian el paso del tren. Mi hija se cansa de ver gente cruzar mientras nosotros esperamos, se para frente a una persona y abriendo sus brazos le grita-¡Alto!. Después que pasaran por su costado unas cinco personas más, mi hija entendió que todavía no es lo suficientemente grande para cambiar el curso del mundo.

Esperando al subte comenzó a tironear a una mujer de la pollera porque estaba muy cerca del borde del andén.

Por suerte a veces su empeño funciona, ayer logró que todo el resto de los ocupantes del auto se abrocharan el cinturón de seguridad antes de arrancar. Tal vez entendió que los grandes cambios empiezan a gestarse con pequeñas acciones.


lunes, 31 de octubre de 2016

Un caramelito

Una costumbre histórica, al menos en nuestro país, es la de darle un caramelo a un niño o niña en pleno desarrollo de una rabieta para calmarlo.

A mi hija le ofrecen caramelos muy seguido, incluso la gente ni se toma la molestia en preguntarme.

En las filas lentas del almacén, no sólo le ofrecen algo dulce, sino la posibilidad de saltarnos al primer lugar. Mi respuesta es siempre la misma, no queremos que se acostumbre a recibir regalos en la calle y a lo segundo explico que tiene que aprender a ser paciente.

La mayor aberración al respecto la vi de casualidad en el jardín maternal. En la clase de gimnasia manejaban a todos los chicos con caramelos como premio, así como se entrenan a los perros. Otra de las razones por las que decidimos que ese jardín no era para ella.

Viajando en el subte, enfrente nuestro, una hija de treinta y pico le reprocha a su madre el haberle ofrecido una golosina a mi hija; me pide disculpas (sólo la hija), diciéndome que su madre es de otra época y que por más que ya se lo expliqué mil quinientas veces, no entiende que no es bueno que los chicos se acostumbren a recibir cosas de extraños.

Mi amigo odontólogo me consuela, mi hijo pasó sus primeros tres años de vida sin probar un caramelo, el primer día de jardín salió con la boca, con las manos y los bolsillos llenos de dulces masticables.

Parece una película de terror, pero a simple vista, los caramelos son un enemigo dulce y silencioso.

martes, 4 de octubre de 2016

Los títulos no reconocidos


Ser papá, también significa graduarse y titularse  "de hecho" en oficios variados.

  • Reparador de juguetes: Nunca usé tanto mi caja de herramientas, es más debería tener una caja especial con herramientas para juguetes
  • Curador de libros: Hasta que mi hija entendió que los stickers y los libros no son los mismo, gasté varios rollos de cinta adhesiva y un pomo y pico de plasticola.
  • Compañero fácil de encontrar en la escondida: No hay mucho para explicar, no tenemos en casa algo lo suficientemente grande como para taparme. De nada sirvió disfrazarme de lámpara de pie, fantasma o escobero.
  • Montaña para escalar: Ya no pide "ico ico caballito", sólo me escala y se sujeta bien fuerte de mis pobres pelos. Antes de agacharme siempre miro alrededor, cada vez que mis hombros se acercan al suelo, mi hija me confunde con una loma fácil de trepar con un pequeño salto.
  • Doblador de doblaje neutro: Reemplazo en vivo las palabras que escucha en castellano neutro en sus dibujitos por las del idioma familiar.
  • Embolsador de aire con sábanas: Un buen ejercicio de brazos y mucha diversión para mi hija. Esta gimnasia paterna se complementa con paseos sobre la frazada y el juego de la grúa humana.
  • Cuidador de espacios: Hay noches que le mantengo calentito el espacio de la cama matrimonial al lado de mi esposa. Si mi retoño se despierta a las tres de la mañana, me toca sillón.


lunes, 3 de octubre de 2016

Lo que dejó Río2016

Después de tres semanas de consumo intensivo de las diferentes disciplinas deportivas, empiezo a ver los efectos colaterales en el comportamiento de mi hija.

El primer indicio fueron los saltos ornamentales desde la panza de papá hacia el sospechoso montón de almohadas y almohadones. Cuando sostuvo el equilibrio inclinó su cabeza ligeramente hacia a arriba, levantó los brazos hacia los costados, entrecerró los ojos e hizo una zambullida en caída libre.

Después de ver a Simone Biles hasta el hartazgo, intentaba saltos y piruetas muy divertidas.

Lo más llamativo fue que mientras estábamos en el jardín, fue a buscar la manguera, la usó para marcar la línea de salida, se agachó, apoyó las manos adelante, contó hasta tres y salió corriendo como Usain Bolt dando vueltas alrededor del tender. Ahí tocó mi corazón melancólico, un cuarto de lágrima dibujó un círculo en mis ojos, mientras recordaba mis días en competencias de alto rendimiento y aspiraba a ser como Carl Lewis "el hijo del viento".

-¡Vamos papá! y comencé a dar vueltas con ella, preguntándome si los sueños se heredan genéticamente  y feliz de que sus piecitos sigan al menos por un rato mis pasos.



Doblando al doblaje

Estamos en la época en que repite todo lo que escucha, el disco rígido de mi hija está almacenando vocabulario a un ritmo que es difícil de seguir. Hay varias estrategias que utilizo para que su aprendizaje del lenguaje sea el más adecuado posible.

Cuando me golpeo el dedo pequeño del pie izquierdo contra el canto filoso de la pata de la cama, ahora frunzo los labios haciendo una mueca que a mi hija le causa mucha gracia, pero si el dolor es insoportable y la necesidad de gritar se vuelve incontenible me sale un -¡Barajo!, el día que a mi hija se lo ocurra repetir esta palabra, sacaré los naipes españoles y le enseñaré a barajar.

El la calle, cuando escucho a algún transeúnte que empieza a decir una palabrota, instintivamente me sale un onomatopéyico -¡PPPIIIIIIIIIIPPPPPP!!- o un -¡EEEAAAPEPE!!!-, similar a los que se usan en los programas radiales o televisivos.

A mi entender, el problema mayor son los dibujitos animados. La única táctica viable en mi lucha por la educación de su idioma es seguir al pie de la letra el dicho "Si no puedes contra ellos, úneteles" convirtiéndome en un "Doblador de doblaje de español neutro". Entonces cada vez que escucho uno de estos vocablos, yo lo reemplazo por el otro.
  • Pastel/Torta
  • Melocotón/Durazno
  • Palomitas/Pochoclo
  • Fresas/Frutillas
  • Autobús/Colectivo
  • Tu/Vos
  • Tortitas o hotcakes/Panqueques
  • Perritos calientes/Panchos
Las palabras tal vez no son muchas, pero hacen mucho ruido en mi cabeza. Si bien me encanta la diversidad cultural que tenemos en américa latina y disfruto mucho escuchando a los mexicanos, a los brasileros y a los venezolanos; prefiero que mi hija empiece a disfrutar de esta riqueza de variantes del castellano, una vez que domine su idioma familiar. Al principio la situación me hizo acordar a la entrega de los Oscars, pero con el pasar de los días se volvió tan habitual que mi hija también empezó a corregir la forma de hablar de los personajes de la televisión.

Ayer repetí 8 veces panqueques, 6 veces torta y dos veces panchos. Ser un papá que que dobla los dibujitos es una actividad que me despierta el apetito, o como decimos por acá, me despierta el hambre.

viernes, 30 de septiembre de 2016

Mi hija y la tecnología - Tomo I

La tecnología es el presente de mi hija y supongo que va a ser el alfabetismo de su futuro.
Si bien en casa tratamos de fomentar el uso significativo de las herramientas tecnológicas, la realidad es que también las usamos para cosas tan triviales como llamadas telefónicas, leer las noticias, consultar el clima o mensajear con familiares y amigos.

Hace tiempo que mi hija se concentra al momento que ingreso el patrón de seguridad de mi teléfono. Inocentemente, yo le muestro con ganas para que aprenda. Al agregarle fotos a los contactos familiares, aprendió a elegir a quién llamar y a activar el altavoz para no tener el aparato cerca.

Aprovechando que yo estaba picando cebolla y sus secuaces para una salsa, agarró mi celular y se lo llevó a pasear. Cuando termino de poner el wok al fuego me doy cuenta que mi hija estaba hablando con alguien. Le saco rápido el teléfono, como estaba la pantalla bloqueda no se veía con quién hablaba, acerco lentamente mi oído y escucho una carcajada estertórea. -¡Tu hija me convenció, vamos a hacer el proyecto!- Haciendo un repaso mental de mis últimas cotizaciones, no me quedó otra que decir  -Disculpá, no puedo ver el contacto. ¿Quién habla?-  y más risas.

En quince minutos con mi teléfono, con sus dos años y medio, mi hija se las apañó para asignarle fotos a varios contactos, mandar audios por mensaje a su abuela, reordenar mi escritorio principal, bajar dos nuevas aplicaciones y cerrar exitosamente la venta de uno de mis proyectos.

Hamaca para caracoles

La mejor forma de pasar el día, es integrar el trabajo mío con las ganas de jugar de mi hija. Aprovechando el inusual calorcito matinal, empecé temprano a excavar una zanja de desagüe en una zona donde el terreno está relleno de escombros. A mi hija le traje su arenero móvil acompañado de las copias en miniatura de las herramientas de papá; baldes, pala, rastrillo, carretilla y zaranda.

A medida que avanzaba la faena, fuimos encontrando grillos, arañas, bichos bolita, más arañas de otras especies, hormigas, un sapo y caracoles. Los grillos se escaparon solitos, a las arañas las espantamos a soplidos, los bichos bolita volvieron a rodar la vida, las hormigas siguieron su camino y al sapo lo mudamos a una casita que le construimos cerca de los perejiles de la huerta.

Le llamó la atención que los caracoles estuvieran quietos, así que le expliqué que estaban dormidos. Enseguida junto varias piedritas, formó un rectángulo y acostó a los tres. Al rato empezaron a asomar, supongo que para ver quién era la persona que no paraba de decir -¿Caracoool, Dónde estáaas?.

Luego de otro metro y medio de zanja, mi hija sale corriendo para el fondo con los caracoles en un balde. Medio metro de zanja después, las risas de mi hija despiertan mi curiosidad.

Colgó la palita alta con portaescoba sobre el tender a casi dos metros de altura, sentó a sus caracoles y los empezó a hamacar. Mi hija me miraba con sus ojos sonrientes que decían - ¡Mirá papá lo que hice!. Entre asombrado, orgulloso y contagiado por su felicidad; me uní al juego de hamacar a los caracoles, que parecían más felices que yo.

El problema fue cuando ella dijo: ¡Mi turno!!!


miércoles, 21 de septiembre de 2016

El día que no sobró relleno de empanada

El día que hacemos empanadas, es porque cuando abrimos la heladera lo que hay no alcanza para ninguna comida que se valga por sí sola. Sólo la fuerza del montón, desvía el camino de nuestra elección hacia un perfecto rejunte de ingredientes que reviven de sabor, amontonados y envueltos en (una especie de finísimo) pan.

Siempre que hay movimiento en la cocina, mi hija se agencia un lugar en primera fila para participar de la parafernalia. Hoy toca hacer empanadas y el relleno, siempre abundante para que no falte, ya lo tengo listo. La tarea preferida de ella es desmontar los films separadores de las tapas. Se dedica tanto a la faena que el calor de sus manos se diluye en la masa y le proporciona una elasticidad inusual.

A la hora de repulgarlas, me doy cuenta que el relleno parece poco y les agrego un poco más. Al finalizar las usuales quince empanadas las pinto con huevo y las pongo en el horno. Luego, instintivamente agarro la cuchara, la meto en el bowl en busca de un poco de relleno para probar como quedó el "sabor final" y por primera vez en mi vida sale vacía.

Después de la sorpresa inicial, entiendo que las manos mágicas de mi hija, hicieron que desaparezca entre las tapas de empanadas todo el relleno. Que siempre hago de más para que nunca falte y poder degustar durante la espera.

La próxima voy a hacer un par sólo de queso para asegurarme la "picadita" entre el repulgue y la empanada.



Inventos (aún no inventados) para padres primerizos

Este compendio, está destinado a esas ideas "geniales" que se me ocurrieron en momentos difíciles de la crianza de mi hija y que nunca terminaron en algo concreto.

  • Estufas colgantes, para ir subiéndolas a medida que crece mi hija.
  • Ropa extensible con el mismo sistema de botones de los bodies.
  • Un pañal provisto con un film separador desmontable para que el popó pueda irse por el inodoro y el resto con pipí al tacho.
  • Teclado con sonidos del tecleado que se mimeticen con el ambiente y el horario. Si escribo de 4:30 am hasta las 8:00 am que emita sonidos lejanos de pájaros cantando. Si escribo durante la siesta que emane el agradable arrullo de la brisa primaveral sobre las flores blancas de los tréboles del jardín.
  • Un mouse que cliquee al cerrar uno de mis párpados, de más está decir que esté exento de ruidos.
  • Un robot perseguidor que vaya tras los pasos de mi hija acomodando todo en su lugar.
  • Una cama matrimonial con paneles anticaídas desplegables.
  • Un triciclo con regulador de velocidad.
  • Una vincha de silicona invisible para protegerle la frente.
  • Una pechera con airbag para protegerla en los viajes y cuando se tropieza.
  • Zapatillas con almohadones en las puntas para llegar más rápido a evitar las caídas.
  • Conjunto de ropa y pechera de velcro para cuando la llevo dormida a upa y necesito de mis dos manos. 
  • Una máquina que fabrique tiempo para desarrollar todas las ideas que se me ocurren.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Cosecharás la falta de sueño...


Comencé a sospechar que la paternidad iba a alterar mi plan de horas de sueño al segundo día del nacimiento de mi hija.

Estábamos los tres durmiendo en la habitación de la maternidad y nuestra hija nos informó que tenía hambre a las 3 am. Me acerco a la cunita, la levanto con mucha cautela, delicadeza y el miedo primerizo de hacer algo mal. Lentamente la llevo con su madre y me acuesto rápido para descansar los ojos unos minutos más.

Lo que sigue yo no lo recuerdo, me lo contó mi mujer. Al término de la ingesta nocturna de mi hija, mi esposa me chista susurrando que ella se había dormido. Después del quinceavo chistido, me levanté y fui hasta la cunita, alcé a un bebé imaginario en brazos y lo comencé a arrullar. Según el relato de mi esposa, parece que en algún momento acosté de nuevo al bebé imaginario, lo tapé con la sabanita y me volví a soñar en la cama improvisada. Me desperté de verdad al rato con la carcajada de ya saben quien.

Con el paso de los meses, hubieron algunos episodios que evidenciaron la constante falta de sueño.

Salgo con mi hija a pasear, le mando fotos a mi esposa y me contesta -¿Qué le pusiste?-. Le respondo que cuando tengo sueño no puedo combinar bien los colores.

Puse la taza para mi desayuno vacía a calentar en el microondas. Tardó tanto en enfriarse que me tomé un vaso de leche fría en una señora mañana de invierno.

Con los fideos en la mano, me distrae la espuma que sale del agua hirviendo. En vez de echarle un chorrito de aceite para que no se peguen le tiré  un poco de lavavajillas.

No recuerdo el día en que dejé un puñado de broches para la ropa embolsados en el freezer.

Cuando creo que tengo tiempo para leer algo, me quedo colgado varios minutos y nunca paso de la primera oración.

Salí hacer las compras al almacén con dos zapatillas parecidas.

Paso mucho tiempo en internet buscando alguna fórmula mágica para que las cinco horas que duermo por día rindan el doble.




Budín casero casi relleno de frutas

Con mi hija disfrutamos mucho preparando y degustando nuestro budín casero relleno. Todavía no sé por qué, rinde más meriendas y desayunos que un budín simple. Un budín simple y glaseado, es probable que no viva más de una tarde.

No termino de pronunciar la pregunta -"¿Vamos a hacer una torta?-, que mi hija empieza a enumerar emocionada los ingredientes - "Hevos, Hrina, Zúcar, Mateca."

Abre la heladera, me pasa dos huevos, los deja adentro del bowl, le explico por enésima vez que primero hay que romperlos, empieza a cascarlos contra el canto de la mesada y acerca la oreja para escuchar el chasquido.

A los huevos, le agregamos 125 gramos de manteca derretida, 125 gramos de zúcar y 185 gramos de harina leudante. Yo me encargo de medir y mi hija de dosificar. Adicionar polvo para hornear y esencia de vainilla a ojo de bebé. A la montaña de ingredientes, contamos juntos cinco segundos de chorrito de leche de sachet.

Cuando están todos los ingredientes dentro del recipiente, batir dos o tres minutos con batidora eléctrica. Hasta ahora nunca me pude hacer el tiempo necesario para medir los minutos con batidor manual.

Siempre me acuerdo en esta instancia que había que precalentar el horno al principio. La temperatura ideal son 130° C, para hacer esto a mi me basta con girar la perilla diez grados desde el mínimo. Si no se entendió bien, la medida justa es un poquito más que el mínimo.

La parte más divertida, es enmantecar y enharinar el molde. A mi hija no le gusta mucho la textura de la manteca en sus manos, así que sólo se encarga de hacer mucho lío haciendo su "baile de la harina".

Agregar un poco de "prebudín" en el molde y echarle una capa de mix de frutas. Siento medio liviana la bolsita, la miro a mi hija, estira su manito, elije un pedacito de castaña de cajú y se lo zampa rápido a la boca. Ahí entiendo que mi hija se dedicó más a picotear las frutas secas y abrillantadas que a prestarme atención.

Seguir como se pueda con las sucesivas capas y guardar en el horno hasta que esté doradito arriba. Esto puede pasar en 40 o 60 minutos, depende del horno. Dejar enfriar lo que se pueda y a disfrutar!!!




miércoles, 24 de agosto de 2016

Las joyas de mi princesa


Lo que empezó como un trabajo, se transformó en un juego, luego en un misterio, después en mucho aprendizaje y al final en una sorpresa que me dejó perplejo.

Teniendo en casa un bolsón de arena siempre listo para usar, en reparaciones o trabajos de albañilería, el sábado pasado lo usamos para recargar su arenero móvil. Pero como a simple vista se notaban algunas piedritas mezcladas, jugamos a buscar piedras con la zaranda.

Para mi sorpresa, encontramos una gran variedad de diferentes colores y formas. Para ampliar nuestros conocimientos gemológicos, traté de buscar las mismas en internet para ordenarlas en los envases de huevitos vacíos que trajo mi hija y etiquetarlas con su correspondiente nombre.

Después de mucha investigación en google, llegué a la conclusión de que seguía sin la menor idea de los nombres de las piedras que queríamos catalogar. Así que intenté indagar con otros criterios de búsqueda y logré encontrar una respuesta coherente.

Las pequeñas piedras preciosas que encontramos en nuestro bolsón de arena eran en realidad pequeños pedazos de vidrios de diferentes colores; que el mar, la sal y la arena se encargaron de pulir las puntas cortantes y darles forma de canto rodado. También aprendimos que la naturaleza, tarda al menos diez años en erosionar ese vidrio y que gracias a las políticas orientadas al reciclaje, son cada vez más raras.

Por un instante, me detuve a pensar en mi infancia. Específicamente en el día en que se me ocurrió preguntar acerca del origen del vidrio. Como en mi casa ni en mis libros encontré la respuesta, salí a preguntar en los negocios que vendían algún artículo de vidrio. En el último local, una vidriería enorme, la primera respuesta fue que el vidrio se hace con vidrios rotos. Como lo miré con cara de suspicacia y me crucé de brazos, se fue a consultar al fondo con otros empleados y después de un arduo debate, el más experimentado me dio una respuesta que ese día me conformó - "El vidrio se hace fundiendo la arena de mar con otros componentes".

Esto me hizo reflexionar en el ciclo de la arena, en sus kilómetros recorridos y en la manera tan particular de volver a su lugar de origen.

Si bien no teníamos piedras preciosas, me alegró que al menos fueran raras y bonitas. Así que seguimos con nuestro trabajo. Teniendo en cuenta su origen y su recorrido, decidí bautizar a las joyas que encontró mi hija con nombres acordes.

Piedras verdes: Heinekecita
Piedras marrones: Quilmenita
Piedras negras: Fernetane Brancadoide
Piedras blancas: Quarsolut

En 20 años, tal vez mi hija se acuerde de este día y se le despegue una sonrisa lateral.





¿Cuándo dejará de ser bebé?

La veo crecer todos los días y me invade esta pregunta que me aterra. ¿Cuándo dejará de ser una bebé y tendré que llamarla nena?

Tal vez el año que viene cuando empiece el jardín obligatorio, capaz cuando se quede a dormir en lo de alguna amiguita o quizás cuando convierta su cuna en cama.

Mi hija se sigue refiriendo a los infantes de su edad como bebés y a los que la superan varios meses en edad nenes o nenas.

Pero la duda acerca de este límite, me llena el futuro de preguntas sobre cuando comenzará su segunda infancia.

¿Cuando aprenda a atarse lo cordones sola? Seguirá usando zapatillas con velcro.
¿Cuando yo deje de contar su edad en meses? Seguiré aprendiendo los múltiplos de 12.
¿Cuando ya no entre en su triciclo? Lo transformaré en monopatín.

Las preguntas sin respuestas se acumulan y me hago una promesa, nunca dejará de ser mi bebé.

martes, 23 de agosto de 2016

Juegos que ayudan

Con fiebre alta, congestión, tos y falta de sueño; no hay nada que le venga bien. Era imposible hacerle entender que tomara el antitérmico.

Después de contar hasta diez, me puse a lavar todos los vasitos medidores que teníamos guardados. Los dispuse en su mesita con una jarrita de juguete con jugo, algunos platitos y cucharitas. Senté alrededor a su muñeca preferida, a sus dos osos y comencé con la ceremonia del té.

A los pocos segundos dejó de berrinchear y se sumó a la ronda. Después de varias degustaciones, su felicidad apareció y le serví el remedio sin que se diera cuenta.

De más está decir que lo tomó y lo saboreó con una sonrisa.

jueves, 18 de agosto de 2016

Matemáticas de bebés

Estas son las reglas matemáticas que mi hija me hizo volver a recordar durante nuestras actividades cotidianas.


Regla de tres simple
  • A mayor dominio de su triciclo, mayores mis gotas de transpiración.
  • A mayor acumulación de sueño, mayor el volumen del berrinche.
  • A mayor estatura de mi hija, mayor la montaña de cosas arriba de los muebles.

Regla de tres inversa
  • A mayor peso, menor el tiempo que dura el upa.
  • A mayor frecuencia de pipí nocturno, menores mis ganas de darle mamadera antes de dormir.
  • A mayor cantidad de chicos en la plaza, menores sus ganas de irse.


Regla de tres compuesta
  • A mayor cantidad de comida, mayor cantidad de pañales y mayor las ganas de que los vaya dejando.
  • A mayor largo de sus bracitos, más despejada la zona perimetral de la mesa y mayor el tamaño de del rompecabezas de cosas que tenemos por centro de mesa.
  • A mayor velocidad, mayor tamaño de chichones y mayor producción de hielo durante el invierno.

Regla de tres compuesta inversa
  • A mayor cantidad de juguetes, mayor el desorden y menor las ganas de ordenar.
  • A mayor tamaño, menor lugar en la cama y menor la cantidad de mis horas de sueño.
  • A mayor cantidad de comidas probadas, menor la cantidad de comidas que le agradan y menor la variedad de nuestra dieta.
La regla de oro

Dormir cuando ella duerme, me la sigo repitiendo mientras escribo esto.

Canciones para dormir en serio

Una de las primeras cosas que mi hija quiso de verdad, es que yo dejara de cantarle. Cada vez que empiezo a cantar, enseguida busca mi celular para que le busque la misma canción pero cantada por un artista de verdad. A veces incluso me adivina la intención y me tapa la boca antes de que empiece.

Si bien nada de esto me saca las ganas de seguir cantando, hay días en los que nos gusta disfrutar de escuchar música juntos. Incluso, si la música es media tranquila, ayuda a que se duerma plácidamente.

Ayer, intentando que duerma a una hora prudencial y habiendo agotado otras opciones, me rindo ante la tecnología y nos sentamos en el sillón a escuchar Noni Noni.

A mitad de la tercera vez, todo parecía encaminado y me relajé un rato hasta que el sueño de ella se profundice un poco más.

En algún momento de mi relajo, escucho -¡Papá! ¡Papá!. Abro los ojos y después de sincronizar mi cerebro, me doy cuenta que la canción había funcionado muy bien, pero sólo conmigo.

lunes, 15 de agosto de 2016

Arte culinario

¿Qué es el arte? Todas las creaciones plásticas, lingüísticas o sonoras del ser humano para expresar su visión del mundo. 

Bajo esta premisa, al primer llanto de mi hija en la sala de parto, puedo considerarlo su primer expresión artística.

A lo largo de sus primeros años de vida, fui testigo privilegiado de varios tipos de sus manisfestaciones relacionadas al arte visual. Pero, las que más me llamaron la atención fueron las relacionadas a la manipulación alimentaria.

Pinturas estrelladas

Al finalizar su primer año de vida, tuvo una ocurrente forma de comunicarnos que no quería seguir comiendo papillas. Como tratábamos de variar los tonos con diferentes ingredientes para que la misma fuera también apetecible a los ojos; la pared sur de la cocina quedó totalmente impactada por las constelaciones de remolacha, la nebulosa del zapallo, la vía brócoli y la galaxia de la batata.

Cara de pizzeta

Para que amasar pizza fuera todavía más divertido, empezamos a hacer monigotes de pizzetas. Con sonrisa de tomate, ojos verdes de aceituna, piel morena integral, cachetes de salsa, dientes de muzzarella, pelo de reggianito, pecas de orégano, orejas de cebolla y bigotes de morrón. Mi hija me detiene para que la pizzera todavía no vaya al horno, me indica que le faltan las manos, los hombros, la panza y los pies. Ya que estábamos le hicimos una remera de jamón y unos pantalones de Kani-kama, para que no tenga frío...



Ser chipá o no ser chipá

Más avanzados en nuestras tardes de cocina, mi hija se aburre de la clásica manera de amasar los chipacitos y comienza a darles forma de tortas con velitas de cumpleaños.Yo le seguí el carro e hice algunas con forma de barquitos a vela. Cuando nos cansamos de comer, llevamos las restantes al almacén para compartir. La almacenera, al terminar de degustar una, le comenta a una clienta que miraba con desdén, lo rico que estaba. La asidua compradora, objeta que eso (nuestra receta de cuarta generación) no era ni parecía chipá. Sin entrar en polémicas interminables seguimos nuestro feliz camino, pero a la noche, no dejé de preguntarme -¿corazón chipá o cara de chipá? ¿Es arte si se siente o si alguien le cuelga un cartel que diga arte?-








Compendio de Malas ideas

El primer sueño que tuve el día que nación mi hija, fue que en la clínica me entregaban un hermoso manual en tapa dura y tamaño enciclopédico para educarla, obviamente las páginas estaban en blanco.
Este espacio está destinado a recopilar las ideas que no aprobaron el filtro de prueba y error. Supongo que lo seguiré actualizando a medida siga arrancando las hojas del manual de papá que sigo escribiendo.
  • Pintar con témperas y pincel los caracoles marinos que juntamos durante el verano, todo muy lindo e higiénico, hasta que descubrió que es más práctico hundir las piezas y que cualquier cosa se podía sumergir en la témpera.
  • Entrar a una juguetería con mi hija. Siempre salimos muy rápido, acompañados de algún juguete caro que recién va a poder usar dentro de algunos años.
  • Dejarla sola con un plato con comida que no tiene intención de comer. Si van a probar una nueva comida y se les olvidó el tenedor o el babero, asegúrense de llevar el plato con ustedes.
  • Si tiene fiebre y hay que ayudar a bajar la temperatura con un baño. No dejen que intente usar el termómetro digital para saber la temperatura del agua. Intenten medir la misma en algún sitio que ella no mire. El sistema electrónico es muy susceptible a zambullidas completas.
  • Dejarla de bebé que salte sobre mi panza o que camine sobre mi espalda. Nunca olvidar que ellos crecen en tamaño y fuerza.
  • Salir a saltar charcos de lluvia cerca de la tierra. Cuando vio que las gotas de barro la pintaban, no paró hasta quedar como huevo de pascua.

sábado, 13 de agosto de 2016

Cuando la naturaleza entretiene

Cosas divertidas que disfrutaba hacer de chico y ahora me divierte ver disfrutarlas a ella.

Soplar dientes de león

Mi hija los sopla a contra viento para que le acaricien las mejillas y no para de reírse.
De chico les llamaba "panadero". Cuando me aburría de contribuir con la diseminación de dicha especie, hacía honor a su segundo nombre y me comía las semillas como si fueran pancitos.

Atrapar luciérnagas

El día que los descubrió, mantuvo su mejor cara de asombro por un buen tiempo. Al rato, desempolvé mi manual de la niñez y me dispuse a agujerear la tapa de un frasco vacío para fabricarles un cubil a los bichitos de luz. Apagamos todas las luces de la casa, los guardamos para disfrutarlos por un rato y luego los liberamos para que sigan buscando pareja. ¡Adiós bichito de luz!

Jugar con bichos bolita

Nada más divertido que agarrar bichos bolita y hacerlos rodar. Ella los imita y se pone a dar vueltas sobre el césped del patio.

Recolectar lombrices

En mi infancia las buscaba para pescar. Ahora le enseño a mi hija a trasplantarlas hacia la huerta para mejorar el suelo de nuestras verduras orgánicas.

Alimentar a los sapos

Gracias al Sapo Pepe, mi hija juega al trencito saltarín copiando el movimiento de los rugosos anuros. De a poco la entreno en el extinto arte de alimentar sapos con los saltamontes que cazamos durante el atardecer.

Cosechar (y probar) frutillas silvestres

Esto es algo que nunca tuve la oportunidad de hacer en mi niñez. La encuentro a mi hija con los labios rodeados de residuos colorados, rápidamente encuentro el origen de los frutos, les saco una foto y los busco en internet. Respiro aliviado cuando me entero que son comestibles y me animo a seguir los pasos de mi hija.
No recuerdo haber probado en mi vida algo tan insulso y al mismo tiempo tan vistoso.

Brincar al otoño

¿Hay cosas más divertidas que saltar sobre colchones de hojas secas? Mi hija todavía no llegó a ese nivel, pero se desenvuelve muy bien salticando felicidad por las veredas alfombradas por las hojas ocres de los plátanos.

Lluvia del suelo

Habían pasado unos días de su primer cumpleaños y una tormenta feroz arruinó nuestros planes de pileta. Cuando amainó, le puse su piloto amarillo, la llevé a upa hasta la zapatería, le compré unas botas rosas talle 23, dejamos las zapas que tenía puestas en el negocio y nos fuimos a colonizar charcos de agua. Confieso que me dieron muchas ganas de volver a ser chico y acompañarla.
Y si, quedamos los dos con los pantalones teñidos de agua.

No papá, ¡Sí papá!

¡No pintes las paredes!(Ya no lo digo mucho igual, sólo queda en blanco lo de detrás de los muebles)
¡No desarmes los rollos de papel higiénico!(actividad común y repetitiva en el maternal)
¡No te acerques al horno!(Quiere que el budín se cocine en segundos)
¡No abras la heladera!(Ya sabe donde guardamos los chocolates)
¡No te subas arriba de la mesada! (En segundos arma una escalera con lo que tiene a mano)
¡No cierres las puertas! (Tengo el 99,99% de las uñas de las manos tatuadas con portazos)

A pesar de explicarle después el por qué no debería hacer tal o cual cosa, la palabra "no" se le quedó tan grabada, que la semana pasada se la añadió a todas sus respuestas. Fueron días realmente frustrantes, no había explicación que valiera la pena desarrollar y mi hija se había forjado un escudo con la leyenda ¡No papá! escrita en el frente.

Fútilmente probé la psicología inversa. Intenté el si, no, si, no, si, no, no, se quedaba pensando un segundo y me volvía a decir no. Tampoco sirvió hacer un esfuerzo sobrehumano para reestructurar mi forma de hablar y dejar de usar la palabra "no", el daño ya estaba hecho.

Unos días más tarde, se me ocurrió un nuevo juego al que llamé ¡Sí papá!. Consistía en proponerle actividades que normalmente hacemos y le divierten, pero para hacerlas antes debíamos bailar una danza de saltos al grito repetitivo de ¡Sí papá!. El juego finalizaba con un sapucai que se le ocurrió a mi hija.

Al día siguiente, después de jugar con los bloques, le pedí que los ordenara y me respondió que no. Así que empezamos a jugar como el día anterior. Tras un rato de baile, brincos y luego del enésimo - ¡Sí papá!, le pregunto - ¿Vas a ordenar los bloques? ¡¡¡¡¡SÍ PAPÁ!!!!!!


jueves, 11 de agosto de 2016

David y Goliat

"Para que pueda surgir lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible." H. Hesse

En las vísperas de su primer cumpleaños, practicamos durante un mes apagar las velitas. Al momento de la verdad, la enorme cantidad de asistentes desvió tanto su atención que la faena fue cumplida por varios de los niños presentes. 

Para su segundo año de vida, ya era toda un experta en la materia. Direccionaba con asombrosa puntería hacia cualquier tipo de llama desde una distancia apropiada para que no pierda fuerza su poderoso soplido. Con el mayor de los respetos hacia fuego, siempre acomoda sus cabellos sueltos detrás de sus orejas y no se acerca más de lo necesario. 

Tanto en la fiesta del maternal como en la familiar, estaba tan contenta con su torta y la corte de felices observantes, que en sendas oportunidad le ganaron de mano sus ansiosos compañeritos y primos.

Creo que todo esto, pasó por la cabeza de mi hija mientras miraba como encendían el enorme cirio pascual durante un bautismo al que asistimos.

No le importó que estuviera a quince metros de distancia, ni que la llama se encontrara a tres metros de altura. Mi hija se pasó los veinte minutos que duró la ceremonia intentando apagar a diestra y siniestra la lumbre que asomaba al final del fastuoso cilindro. Incluso cuando le expliqué que estaba muy lejos para apagarla, lejos de amilanarse comenzó a vociferar bocanadas de tormentas huracanadas.

Cuando el sacerdote dio por teminada la ceremonia, mi hija pidió upa y nos dirigimos hacia la vela tamaño goliat. Cuando la tuvimos enfrente, ella estaba tan absorta en su objetivo, que mientras seguía soplando, no se percató de que por detrás, media tapada por el atril, una asistente apuntaba con pericia su apagavelas.

En su último resoplo, la llama desapareció y le siguió un bravo acompañado de un sonado aplauso. 

No sé si mi hija vivía con la frustración de no haber podido haber apagado sus primeras velitas de cumpleaños, pero estoy seguro que nunca va a olvidar la felicidad de haberle ganado la batalla a la madre de todas las velas.

domingo, 24 de julio de 2016

Bendito tu eres

No descarto que haya que celebrar las diferencias, pero a veces el hábito, genera una nube que nos distrae y éstas, desaparecen.

Dado su alto y precoz desarrollo sensorio motriz, una especialista nos recomendó enviarla  con urgencia a un maternal. Luego de una semana de intensa búsqueda, llegamos a la conclusión que el jardín maternal más cercano estaba a 20 km de distancia (o  lo que es lo mismo, a un lejanía equivalente a tres localidades).

Apenas nos confirmaron la vacante por la mañana, nos reorganizamos para empezar uno de los capítulos más interesantes de nuestras vidas.

Después del período de adaptación, me dí cuenta que tenía 3 horas y pico para mí. El primer impulso fue pensar en todo lo que podía hacer en casa, pero el distanciamiento me obligó a buscarme una actividad por los alrededores del colegio. Me incliné por el gimnasio que quedaba justo enfrente.

Era la onceava vez que empezaba a ir al gimnasio, pero en las otras etapas anteriores de mi vida siempre lo hice después de las 18 hs, donde siempre hay que romper una inquebrantable inercia para salir de la comodidad hogareña.

Al principio intenté en vano que tres horas entrenando mi cuerpo con aparatos fueran entretenidas, pero al poco tiempo entendí que primero tenía que entrenar mi cabeza para que aprenda a divertirse matinalmente.

El primer paso fue ir a las clases de Stretching. Unas semanas después ya no era tan tortuoso cortarme las uñas de los pies, para atarme los cordones levantaba el pie en vez de acuclillarme y tenía mayor maniobrabilidad cuando volvía a casa con mi hija a upa y el bolso a cuestas.

El otro paso fue el más difícil, porque la verdadera diversión estaba en los pisos superiores, colonizados íntegramente por el género femenino. El día que apoyé mi pie derecho sobre el primer escalón, los pocos congéneros que pululaban la planta baja me miraron como si estuviera partiendo a un viaje exótico e imaginario.

Cuando entré al salón, me acomodé rápido cerca de la puerta de escape saludando con la voz paralizada. A medida que empezó a sonar la música, mi cuerpo agradeció la flexibilidad que tonificaba mi ritmo. A los pocos minutos, mi mayor preocupación era seguir los pasos y tratar de descontracturar mi sonrisa. Al tercer tema, ya había desaparecido cualquier indicio de incomodidad mía y ajena.

La total apropiación de la situación, la evidencié mientras hacía fila en el supermercado. Desde algún lugar, aterrizó en mis oídos uno de mis temas preferidos, mi pies empezaron a tirar los pasitos disimulados de una de las coreografías y mi hija sentada en el changuito me empezó a copiar.

Un comentario de una mamá a su hija, me hizo notar que las clases estaban dando sus frutos, despacito le dijo: ¡Están bailando Zumba!

martes, 19 de julio de 2016

Su inocencia me ilumina

¡Qué lindo momento, cuando mi hija me enseña con el mismo manual con el que la educo!

Nos fuimos a visitar a los abuelos unos días con mi hija mientras mi esposa acompañaba a su madre en el hospital. Al otro día, mi esposa vuelve a casa para buscar material de lectura y se encontró con la casa totalmente revuelta. Arrancaron las rejas, luego de tomarse el tiempo de picar y agujerear las paredes.

Llegamos a las pocas horas mientras la policía científica tomaba huellas y sacaba fotos a lo que quedó, así que hicimos tiempo en la vereda con su triciclo. Como se llevaron casi todo lo que funcionaba con baterías o electricidad, no tenía con qué entretener a mi hija. Necesitaba que se quedara sentada y tranquila para empezar a ordenar un poco mientras mi esposa volvía a la comisaría para seguir con la denuncia.

Cuando entramos me dice: ¡Papá, está sucio! mirándome y apuntando al piso. Como no sabía que responderle, ella toma la iniciativa y empieza a cantar ¡A guardar, a guardar! al son de sus mini aplausos. Con la sonrisa que me había robado y una lágrima atrapada entre las pestañas de mi ojo derecho, la llevo hasta la cocina, hacemos rápido unos pochoclos/oliva/estevia y la siento relamiéndose en su sillita frente a una montañita de pororó.

Para ella fue un día de fiesta, más tarde vinieron sus tíos, su primo preferido, su abuelo y gente nueva con herramientas. Al rato, se dio cuenta que no queríamos que viera cómo había quedado su ventanal preferido, por donde todos los días mira pasar los aviones por el cielo, busca la luna, se emociona con los pájaros que toman sol sobre la reja y por donde sale a jugar al jardín.

En un descuido se escabulle por entre las piernas del tío para curiosear de dónde salían las luces misteriosas (de la soldadora). Se queda atónita ante el espectáculo, me mira fijo y señalando con vos compungida dice: ¡Se rompió! y se escapa corriendo hacia adentro.

La encuentro sacando mi caja de herramientas del bajo mesada, la abre y saca un martillo, la pico de loro y el destornillador de mango rojo. Se acerca con todas las herramientas apoyadas contra el pecho, las deja cerca en mis pies, me agarra de la mano, me dice con un movimiento de ojos que las agarre yo y me lleva hacia su reja rota.

El lío se ordena, lo roto se repara y su inocencia me ilumina....

Pd: Algo espantó a los ladrones, que se fueron antes de terminar por completo su "trabajo". Entre las pocas cosas que dejaron acomodadas para llevarse después, estaba la mochilita de mi hija con las monedas de su alcancía y un fajo de dinero de juguete que regalan en un museo para niños, que ella, con toda su inocencia, atesora.


sábado, 16 de julio de 2016

Química culinaria

"Nada se crea, nada se pierde, todo se transforma" - Antoine Lavoisier

A mi entender, a sus dos años y medio, la mejor forma de acercarla a las ciencias, es a través de la química culinaria. La razón es muy simple, unimos varios ingredientes, los sometemos a reacciones termodinámicas y obtenemos un producto diferente; que además podemos degustar felizmente en la mesa familiar.

Siempre me ayuda a amasar pizza integral, a preparar los pochoclos con oliva y estevia, a mezclar los pre panqueques o a integrar los ingredientes para hacer chipá. 

El otro día, me dio una satisfacción enorme cuando rompió su primer huevo como una chef consumada, así que decidí que hagamos una receta nueva juntos.

Mezclamos un poco de harina, sal y oliva con un huevo, para luego agregarle un poco de agua tibia, envolvimos en un film y dejamos reposar un par de horas en la heladera. Al mediodía la sacamos para achicar su espesor con el palo de amasar.




Luego de llevar la masa al grosor deseado, estiramos sobre el molde de los ravioles y rellenamos al gusto de mi hija.




Estiramos la otra masa sobre el relleno y pasamos el palo de amasar para cortar los ravioles con las muescas del molde. Cuando vemos que están bien separados, los sacamos.



Luego de limpiar toda la harina que tiramos a la mesada para que no se pegue la masa, los tiré al agua hirviendo ( siempre en la hornalla más lejana, explicándole que lo hace papá porque está muy caliente y la puede lastimar). Ella asiente mientras graba todo en su disco rígido.

El tiempo en la olla, lo estiramos un poco porque quedaron un poco gruesitos. Pero los servimos con oliva y sardo rallado.


¡Mozooo, mesa para dos por favor!!!!!

Yapa: ¡Con la masa que sobró, a la noche me hice unos cuatro ravioles a los dos quesos!!

lunes, 11 de julio de 2016

Canciones para enterrar o cambiar

Cansado de cantar el payaso Plimplim por decimonovena vez, y volviéndome a la mente varias canciones de mi época de jardín de infantes. Sin pensarlo. comienzo a cantar Arroz con Leche.

A mitad de camino, mi cerebro hace un scratching hacia atrás y me pienso, ¿cómo que mi hija sepa coser o bordar? ¿Por qué no se puede abrir la puerta él mismo? Para que mi hija no pise nunca San Nicolás, tal vez sirva hacerla de devota de la virgen de Luján.

Como ella me mira esperando que pase algo interesante, se me ocurre empezar a entonar el Elefante Trompita. Cuando estoy por llegar a la estrofa final me doy cuenta del mensaje violento que pregona la canción que yo había cantado inocentemente durante toda mi primera infancia.

Mi hija quiere que sigamos cantando, pero empiezo a escanear la letra de todas las canciones que se me ocurren.

  • El pobre Mambrú, ¿habrá vuelto de la guerra?
  • ¿Habrá vuelto a su casa la china que se perdió en el bosque de la China?(Traten de leer esto con la voz del topo Gigio...)
  • A la pobre gente de los maderos de San Juan que aserrín, aserrán. ¿Les habrán convidado pan y queso, en vez de nada y hueso?
  • No te vuelvas a dormir como Pinocho que va a venir un espantapájaros a mandarte al hospital con la nariz hecha pedazos y sin el corazón. (Parece la sinopsis de una película de terror)
  •  Tampoco viajes a Francia porque vas a volver vieja y arrugada.
  • Y la pobre Reina Batata que la aterrorizaban amenazándola con pincharla y matarla.
Dejando de lado tantas letras negativas, con ganas renovadas, empecé a cantarle a mi hija por venteava vez las aventuras del payasito y su inmenso y repetitivo estornudo.


viernes, 8 de julio de 2016

Búsqueda del tesoro

...durante el embarazo de mi esposa, siempre le erré en las "compras preventivas" contra los antojos. Casi todos los días le llevaba chocolates variados, desde los que tenían un 80% de cacao hasta los que tenían más leche que chocolate. Ella nunca quiso probar el chocolate durante esos nueve meses, aunque no sé porque, siempre me auto convencía de que esa semana iba a ser diferente...

Unos días después de cumplir sus dos años, decidí que era tiempo, de que mi hija conozca el placer de degustar el chocolate. Su gesto de amor ante esa caricia de sabor, me confirmaron que los genes de sus papilas gustativas se manifestaron del lado paterno...

Las monedas de chocolate tienen la particularidad de ser una porción adecuada, ayudan a desarrollar el movimiento fino y sirven para acompañar una gran cantidad de juegos.

Como mi hija las empezó a llamar "tesoro", un sábado temprano se me ocurrió armar una búsqueda del tesoro para que se divierta después del desayuno.

La idea era dibujar los lugares donde escondería las pistas, el problema fue que cuando veía mi dibujo de la mesa, ella empezó a revisar todas las sillas. Cuando finalmente encontró la pista que tenía la imagen de su cochecito, ella comenzó a inspeccionar sus autitos. Así que, frustrado por no tener talento para el dibujo, le escondí su premio entre las treinta piezas de su rompecabezas predilecto.

Durante su siesta, me dediqué a sacar fotos de las cosas de la casa, luego las imprimí y armé una búsqueda del tesoro que mi hija pudo disfrutar como tal. Sin la necesidad de que yo le ande explicando que había querido dibujar, a los pocos minutos mi hija encontró su moneda en el horno de su cocinita de juguete.

Al otro día, mi hija se me acerca muy contenta y me indica que quiere otra búsqueda chocolatosa. Mientras jugaba en el arenero, me dediqué a organizar todas las pistas que habían sobrado del día anterior y escondí otra moneda de chocolate en el hornito de juguete. Más tarde, cuando ella menos se lo esperaba, con una sonrisa cómplice le entrego el papel con la primera pista de la ansiada búsqueda del tesoro, que tenía impresa una imagen de su arcón de los juguetes.

Sin detenerse a mirar la pista y con una sonrisa de oreja a oreja, salió corriendo en dirección a su cocinita, abrió la puerta del horno y vuelve corriendo y gritando: ¡Tesoro, tesoro!

miércoles, 29 de junio de 2016

Pensamiento lateral

Una imagen vale más que mil palabras... Tened paciencia y tendréis ciencia (B. Gracián)...

Nos regalaron un mueble para la habitación de nuestra hija. El anterior, aunque viejito y deteriorado, era pintoresco. Pero además de ser guardarropas, tenía una función importantísima, trabar la puerta para que no se cerrara de golpe cuando abríamos las ventanas para ventilar nuestra casa.

Después del segundo portazo, puse manos a la obra para remediar la situación. Luego de fallar tres veces con tres inventos macgyverianos (en realidad si fueran macgyverianos no hubiera fallado la primera vez), y mientras revolvía mi cajón de herramientas buscando alguna solución escondida en el fondo, mi hija me viene a buscar contenta y ansiosa para que vea algo urgente....


Y colorín colorado, el invento de mi hija, sí ha funcionado....

lunes, 13 de junio de 2016

Las horas que no alcanzan

6:30
¡Papá lecheee! Levantarse, ver cómo está, volver corriendo al cuarto a buscar las pantuflas, prender la luz porque no las encuentro, despertar a mi esposa sin querer y mentirle con la hora que es, calentar agua, aprovechar para dormir unos minutos parado, cuando el calor de la llama comienza a irradiar mi cara sonreír porque sueño que estoy en la playa, contar las ocho cucharadas por sexcentésima nonagésima segunda vez, cerrar los ojos de nuevo e imaginar que soy Tom Cruise en Cocktail, llevarle la mamadera, mientras la toma me gruñe y me señala la guitarra, mientras toco y canto bajito pienso en el largo día que nos espera.

7:00

Mientras preparo panqueques con una finísima capa de dulce de leche y ella me mira desde su mesita, escucho al camión recolector a lo lejos, meto todo lo que parezca basura a la bolsa hasta llenarla, abro las tres trabas, salgo corriendo a la calle, alcanzo al camión a mitad de cuadra, revoleo la bolsa hacia el montón, les deseo buen día a los muchachos, vuelvo corriendo a casa y me detengo unos minutos de espaldas a la estufa hasta que mi sangre vuelva a tener una temperatura adecuada.

7:15

Desayuno familiar, volvemos a repetirnos con mi mujer lo que hablamos la noche anterior antes de quedarnos dormidos porque seguro que lo olvidamos,

8:00

¡Adiós mamá! beso-beso. Empieza el día de verdad... A lavarnos los dientes, me supervisa la cantidad de pasta, el caudal del agua y me indica cuando debemos dejar de hacer buches. Nos sentamos con todos los osos y muñecas a ver un poco de dibus.

8:30

Cuando el sol hace ese brillo extraño en la tv, comienzan los ejercicios de estiramiento, una mezcla de yoga vago y rutinas gimnásticas zombies.

9:00

Exprimido de naranjas. Las elige ella y las contamos juntos, dependiendo el tamaño entre 4 y 6. Se sienta a mi lado y siempre intenta exprimir alguna al grito de FUERZAAAAAA!! Luego se toma su tiempo para disfrutar su juguito.

9:30 

Refrigerio de media mañana. Galletitas caseras de naranja, chipá fatto in casa o pochoclo casero con oliva y estevia. Todo hecho a dúo. La espera de cocción so sobrelleva con algún rompecabezas. Si es pochoclo basta con 8 rompecabezas mezclados de 4 piezas. El resto requiere de uno grande de 30 piezas.

10:30

Persecución al triciclo, me subo como puedo al caballito de goma inflable y nos sometemos a una carrera casi interminable, siempre se interrumpida por abandono mío.

11:00

Actividad nueva, novedosa o compleja. El top tres lo integran el proyector para celulares, las maracas de envases de huevos kinder rellenos de arroz y el lanzador de misiles de papel. Si el día está lindo ahora en otoño, salimos al parque a jugar en el arenero, a lanzar el frisbee y a regar las plantas.

12:30
Cocinamos juntos. El menú de hoy: milanesas de pechuga de pollo con mucho perejil y poco ajo, hechas napolitanas y a caballo. Nada frito, todo al horno.

13:30
¡Postre, postre!!!! Un claro indicador que ya terminó de comer. Empieza la búsqueda del tesoro en la heladera.Si no hay monedas del tesoro, ni serenito, elige alguna fruta. Me doy cuenta si sólo hay fruta por su cara de desaprobación,

14:00
La ceremonia del baño empieza cuando comienzo a llenar su bañadera. Cual ninja super entrenado, al darme vuelta, siempre la encuentro con sus toallas al hombro esperando la orden para zambullirse. Ahora que está empecinada en vestirse sola, este momento puede llegar a parecer eterno y al mismo tiempo muy gratificante.

15:00
Siesta.

16:30
Después de ordenar todo un poco, lavar los platos, poner el lavarropas, visitar el baño, contestar algún e-mail, es mi turno de recostarme. Intento dormirme, pensando que en breve la tengo que despertar para que la noche no se extienda más de lo necesario. O sea, me levanto enseguida a prepararle su mamadera de la tarde. Vuelvo a contar las ocho cucharadas de leche por sexcentésima nonagésima tercera vez y empiezo a despertarla.

17:00

Merendamos con las sobras de la media mañana. Si no sobró nada, siempre tengo algún tubito de masa de chipá reservado en el freezer. 

17:30

Témperas y pinceles. Tenemos tres tarros con los colores primarios. Los mezclamos en los soportes vacíos de las cajas de huevitos Kinder. Ella dibuja soles, a mamá con forma de espárrago, a papá con forma de papa tardía, árboles y animales. A mi me toca dibujar retratos de sus osos y muñecas, a los que ella se encarga de hacerlos posar.

19:00

Después de limpiar el piso, los pisos blandos, los pinceles, los envases y de secar los dibujos con el secador. Comenzamos a higienizarnos nosotros. Siempre queda un poco de témpera en el lugar menos pensado y hay que volver a empezar.

19:30

Rompecabezas, libros, castillos con bloques, reacciones en cadena, fútbol living, saltar en la cama, masa. El tiempo vuela, sus risas llenan la casa y el cansancio nos comienza a empujar.

20:30

Canciones de Canticuénticos para ella. Para mí, cocinar, cantar y bailar. Hoy, colita de cuadril mechada con ajo y morrón con batatas, manzanas y cebollas al horno. A fuego lento la comida y nosotros miramos algún dibujito de los de antes en youtube. 

21:30 

Llega mamá, nuestra hija nos amalgama en un abrazo familiar reconfortante, energético y amansador. 

21:40
Ducha milimétrica, veloz y ambientalmente correcta.

21:50

Cena familiar, tratando de formar un triángulo.

22:30

Ellas se acuestan abrazadas.

23:00

La llevo despacito a su cuna. De vuelta en la cama con mi esposa, nos saludamos de con los pies. Hablamos hasta quedarnos dormidos.

03:00

El sueño me despierta, voy a verla, está destapada y la vuelvo a tapar. Vuelvo a la cama y mi mujer me pregunta qué hora es, yo le digo que las 7, pero mucho no me cree, me sonríe y se vuelve a dormir saludándome los pies.


Aclaración: Si al terminar de leer usted piensa que hay algún bache en el racconto, el mismo debe llenarse por preparar jugo, tomar líquido, momentos para hacer pipí y popó, higienizar cada vez los enseres para tal propósito, lavarse los dientes algunas veces más, lavarse las manos antes de cada comida y después de cada visita al toilet, algunos minutos inflando el caballito, barrer cada tanto, limpiar algún ocacional accidente hidrológico, cantar "A guardar, a guardar", etc.

martes, 7 de junio de 2016

Deportes de riesgo

La actividad física es una de las mayores fuentes de felicidad que dispone el ser humano.

Como ya he dicho otra vez, mi hija empezó a caminar a los ocho meses y a correr aprendió un día después. Siempre que la miro suelta por el patio, recuerdo que mi madre me decía que yo nunca había aprendido a caminar, sólo aprendí a correr.

Cuando el clima ayuda, salimos a disfrutar del césped. Ya aprendió a lanzar con puntería el frisbee, a buscar hormigueros de cortadoras y a jugar al fútbol. Patea con ganas y driblea con soltura; también da unos abrazos que me derriban y derriten cada vez que grita un gol.

Puertas adentro los muebles tienen una disposición estratégica para formar una pista de triciclo. Puede recorrer toda la casa sin tropiezos, aunque tiene una curva tan cerrada que al doblar queda andando en dos ruedas (mientras escribo esto, miro al triciclo y trato de idear una forma de ponerle un par de rueditas extras).

Para generar un poco más de adrenalina, el deporte de riesgo del momento es rolar en familia sobre la cama de papá y mamá. Los tres al unísono damos vueltas con una sincronía perfecta. A veces a mi hija le gusta cambiar bruscamente de sentido despatarrándose por todos lados. En una de esas maniobras peligrosas, el empeine derecho toma de lleno mi cabeza y la fuerza de semejante patada me tira de la cama. Tirado de espaldas al piso veo asomarse a mi hija con una de sus famosas sonrisas compradoras, emite una breve carcajada y me grita GOOOOOLLLLL!!!!

Tres días y pico de lluvia

Los días de lluvia siempre fueron de mi agrado, hoy los sigo disfrutando, siempre y cuando sean esporádicos, no consecutivos y no dejen charcos de barro en el patio de casa. A medida que crece mi hija la cantidad de actividades que podemos hacer y disfrutar juntos es tan abrumadora que ya no me asusta tanto el encierro pluvial.

Hace seis meses que dejó los pañales y el único inconveniente que tuvimos fue por una cistitis, durante un fin de semana extra largo y excesivamente lluvioso; en el que la palabra que más repetimos, despiertos y en sueños, fue pipí.

Los juegos que tenía planeados fueron rápidamente reemplazados por el baile de la pelela, meteoritos de papel higiénico, competencias olímpicas de bañadera y la búsqueda del tesoro. Por tesoro me refiero a una bombachita seca, ya que entre el importunismo de los efectos secundarios de la cistitis y la humedad extrema de una tormenta interminable seguían húmedas las que habíamos colgado tres días antes.

La desesperación, me llevó a momentos de debilidad y resignación. Me avergüenza reconocer que evalué por un instante los pros y los contras de ponerle de nuevo pañales hasta que salga el sol.

Después del baño, sabiendo que no tenía más bombachitas secas, alargué lo más posible el momento para vestirla, con varios cambios de vestuario. Luego, mientras le secaba el pelo en posición de soplidito tibio, se me ocurrió secar sus prendas íntimas con el secador. Me armé un tender improvisado entre los lados de la cuna y a secar.

Mi mujer se asomó, se sonrió y me guiñó un ojo. Si, si mi amor, después te enseño! le respondí.


lunes, 6 de junio de 2016

La importancia de llamarse papá

Después de pasarme los nueve meses que duró el embarazo repitiéndole que quién hablaba era papá, era de esperar que su primer sonido gutural fuera exactamente ese. A los cinco meses de vida me sorprendió mientras la estaba filmando. Así que me pasé el mes subsiguiente y mi primer día del padre, vanagloriándome con el video de mi hija diciendo papá con sólo 150 días de vida.

Con el tiempo, entendí que fue un hecho fortuito e involuntario. Su primera palabra intencionada, vino poco tiempo después.

Las primeras vacaciones largas en familia, fueron luego de que ella cumplió los dos años. Dos semanas con mi familia y un mes con la familia de mi esposa. Fue en esta época, que mi hija descubrió que mi nombre de pila no era papá. Al poco tiempo de haber vuelto de las vacaciones, a mi hija se le dio por empezar a llamarme por mi verdadero nombre. Tengo que confesar que cada vez que lo mencionaba, era como si usase mi pecho como tiro al blanco de dardos paralizantes. 

Viajando en el subte decía mi nombre:  mi sonrisa se desvanecía y me sentía como el tío lejano y copado. A la salida del maternal me buscaba entre la muchedumbre, se le dibujaba felicidad entre sus labios, corría a mi encuentro con los brazos abiertos, nos fundíamos en un abrazo interminable, me miraba fijo a los ojos y decía :¡Hola....(mi nombre)! De repente todas las madres me miraban con desaprobación. La situación me destrozaba de a poquito y la esperanza de que volviera a llamarme papá, se diluía cada día un poco más.

Después de pasar una semana sin dormir, tomé al toro por las astas. Muy amablemente, le solicité a todos los que tienen contacto con nosotros que me comenzaran a llamar papá frente a mi hija. Así la panadera, el verdulero y la almacenera comenzaron a llamarme ampulosamente papá. Mi esposa, mis hermanos, mis sobrinos me llamaban papá. Hasta mi papá me decía papá...

En pocos días, el maquiavélico plan dio resultado. Volví a dormir bien y la palabra papá que decía mi hija, comenzó a tener una importancia mayor. También mi orgullo creció un poquito más durante este período, por momentos muy esporádicos y brevísimos me sentí el "papá del pueblo".

lunes, 4 de abril de 2016

Peluquería Espumosa

La difícil tarea de enseñarle a mi hija, sabiendo que aprende para dejar de necesitarme. La felicidad de entender que los nuevos saberes son el alimento de su libertad.

Desde que aprendió a usar el jabón, mi única preocupación es tratar de que no se lleve las manos a los ojos. Desde que aprendió a enjuagarse intento, todavía sin mucho éxito, de que no tire demasiada agua fuera de la bañera. Desde que se me ocurrió alentarla a que se saque con agua la espuma del shampoo, mi tarea consiste en que el shampoo permanezca en su cabeza más de diez segundos.

Hoy llevé un espejo antiempañante, la idea era que se viera la espuma en la cabeza para que la curiosidad distraiga sus ganas de enjuague compulsivo. Pero lo bueno de las ideas, es que siempre pueden mutar en algo mejor e inesperado.

El primer peinado fue el clásico homenaje a Alfalfa, con el pelo en forma de obelisco inclinado hacia atrás. Luego pasamos a un inconfundible mohicano que popularizó la cultura punk. Mientras, las risas de mi hija no se hicieron esperar, soltó su baldecito y agarró el espejo para verse de diferentes ángulos. Entonces, salió un intento de Chilindrina y un copia del pelo trianguloso de Lisa Simpson. Finalizamos a los quince minutos, con un "viajando en moto" que dio inicio al enjuague de su cabello.

Más tarde, adhiero un post-it etéreo a mi calendario de futuras ideas, para recordarme llevar un piloto y botas de lluvia, que me protejan al tener que finalizar una actividad tan divertida y espumosa en un medio tan acuático.




domingo, 3 de abril de 2016

Inventando juegos

La lluvia nos invita a vivir el día de otra manera, la lluvia nos obliga a que seamos ingeniosos.

Como el clima no ayudaba a que podamos disfrutar el fondo de casa; abrimos el arsenal de libros, juegos y juguetes. Eran las diez de la mañana y ya se había aburrido de todo. El único remedio era inventar un juego.

Saltar al animal

Desplegamos tarjetas con dibujos de animales sobre el piso blando y saltamos al animal que se nombraba, tratando de que los saltos no sean desmesurados.

Escondida prohibida

Mi hija me lleva al lugar donde tengo que esconderme, me señala el lugar, inspecciona que me esconda correctamente, verifica que me va a costar salir con facilidad y sale corriendo a revisar alguno de los lugares que tiene prohibido. Aunque no estaba planificado, parece que este juego tiene premio. Se ganó un postrecito, una barrita de cereal y un diccionario ilustrado que le estaba guardando para cuando sea más grande.

Carrera de obstáculos

Reorganizamos algunos muebles de la casa y trazamos un curso. Trepar los puffs, avanzar rolando sobre el piso blando y pasar por debajo de un túnel de sillas. Iba ganando yo hasta que me trabé con una silla y me la llevé puesta a caballito. Obvio, quedé descalificado.

Gracias a estos nuevos entretenimientos, llegamos muy tranquilos al almuerzo y la siesta se adelantó.

Si bien son juegos simples, la que los inventó fue mi hija, yo sólo les puse el nombre. Cuando parece que estamos atrapados por el aburrimiento, ella siempre sabe ingeniárselas para que yo aprenda a divertirme.

sábado, 2 de abril de 2016

El poder de la música II

Hay días muy extraños en los que se cruzan una epifanía, una musa y las ganas de que las ideas se materialicen.

Lo que parecía un estribillo pegajoso que inventó mi aburrimiento para pasar el rato en un viaje con mucha demora, en la que se acabaron rápido mis recursos de entretenimiento; se transformó sin quererlo al día siguiente de arribar a casa en una canción.

La misma no tiene título, pero me imagino que ya saben a quién está dedicada...


Do M                              Mi m      
Perhaps, perhaps i've dreamt you.
La m
you are a wish in my life,
Fa m                      Sol
you are the hours of my time.

Maybe, maybe we've imagined you.
We used to talk about you,
how you' behave with your names.

 Chorus
Baby, baby I love you.
you are the light of our life,
you are a thought of our love.

Perhaps, perhaps we whispered you.
You came to swim in our hug,
you follow us to our hopes.

Maybe, maybe I wished you so much.
I´m sure you know
you are the soul of my soul.

Dejando el pañal - Tomo Cero

Porque todo, menos el tiempo, inicia en algún momento. Como mencioné anteriormente, un día decidimos que era el momento justo para que mi hija dejara el pañal.

Seguíamos transitando el mes de su segundo cumpleaños, la temperatura era ideal y faltaban casi tres meses para que volviera al jardín. Pero en diez días, salíamos de vacaciones durante un mes, el viaje en auto duraría al menos siete horas y cuando volviéramos, la vuelta al trabajo reorganizaría a la familia de nuevo. El período vacacional era necesario para reforzar el hábito pero no nos podíamos arriesgar a iniciar el proceso en un lugar todavía desconocido para nuestra hija.

Recuerdo tener pesadillas acerca del tema, me hablaban otros padres de una o dos semanas infernales e inevitables. También recordaba con cierto pesar, a mi madre contarme los pormenores del asunto cuando ella decidió que no lavaría más pañales (sí, cuando yo era bebé era todo más ecológico y salvaje). Pero mi mayor miedo, era que se cruzaran, en el camino a dejar el pañal, los viajes largos hacia el maternal. Hasta ese momento, cada vez que salíamos llevaba una muda de ropa para ella, imagínense el tamaño del equipaje si tuviera que haber llevado una muda para mí.

El día anterior desarrollamos un protocolo de acción, para el momento en que ella nos pidiera. Pero el manual para ayudar a que eso sucediera nunca lo encontramos.

Ese martes a la mañana, me aseguré que todos los sitios de pronósticos meteorológicos coincidieran con una margen del cinco por ciento de diferencia, en que no llovería por los próximos siete días. Mi hija dormía y tenía el pañal seco. Quedaba stock para un último cambio, pero lo guardé con mi última sonrisa del día en la caja de los recuerdos.

Confiado en comenzar con el pie derecho, la levanto despacito, le saco el pañal y la siento en su pelela. Cuando despertó, le cantamos algunas canciones durante veinte minutos hasta que se levantó en un descuido y salió corriendo a esconderse. La encontré fácilmente siguiendo el rastro que dejó en el camino.

Al atardecer, el marcador era catorce a cero y teníamos la mitad de los muebles afuera, aireándose con las débiles brisas del ocaso.

No fue uno de mis mejores amaneceres, mi hija se hizo experta en esquivar la pelela, incluso se divertía corriendo alrededor de la casa visitando rincones inaccesibles. Nunca tuvo la casa tanto olor a limpio, en todo momento uno limpiaba y el otro se encargaba de la instrucción. Para la merienda, nos peleábamos por limpiar y  para estirar el momento, repetíamos el proceso tres o cuatro veces.

Al comenzar a picar el ajo para la cena, me dí cuenta que tenía las manos agrietadas, por un ardor letal que me dejó sin apetito. Sólo cociné para ellas un arroz con queso, comida vaga si las hay. Al llamar a comer, mi hija me responde: "¡PIPI, PIPI, PIPI!.

Accionamos el protocolo con una sincronía familiar perfecta y el festejo duró hasta la madrugada, esa noche cambiamos el menú televisivo por videos motivadores sobre decirle adiós al pañal y darle la bienvenida a la pelela. El marcador finalizó dieciocho a uno.

El tercer día arrancó bien con algunos contratiempos, pero pasado el mediodía, la sonrisa nunca volvió a despegarse de mi rostro.

Podría decir que el proceso de dejar el pañal tardó menos de una semana, también que duró casi tres días. Pero la verdad, es que el tiempo transcurrido fue de ciento noventa y tres mil ochocientos cincuenta y siete segundos, milisegundos más milisegundos menos, quién los cuenta.

miércoles, 30 de marzo de 2016

El poder de la música

La música, fue el idioma que más utilizamos para comunicarnos con nuestra hija mientras anidaba en el vientre materno.

Desde la música que utilizamos en la ceremonia de nuestro casamiento, hasta las canciones que escuchábamos en nuestra adolescencia fueron parte del extenso repertorio que compartimos con ella.

Por otro lado, desempolvé la guitarra, le compré cuerdas nuevas y empecé a aceitar los acordes. También compré una flauta y la aprendí a tocar por mi cuenta, a la semana se me ocurrió ver el manual de instrucciones y tuve que volver a instruirme. El teclado por suerte, fue como andar en bicicleta y todavía tocaba igual las melodías que acompañaron mi niñez.

Cuando nació, probé varias bandas para el momento de dormir. Para mi sorpresa, la única que funcionó fue Queen. Pero no me imaginen balanceándome al son de "Love of my life", sino bailoteando con "Crazy Little Thing Called Love" o "Don´t stop me now". Fueron meses inolvidables.

A medida que crece, desarrolla sus gustos musicales, un tanto exóticos para mi. Nunca fueron de mi agrado las canciones infantiles, pero a fuerza de escuchar y escuchar, mi prodigiosa memoria creó una nueva lista de reproducción lírica, que nos acompaña mientras estamos viajando, intentamos dormir o si queremos bailar.

Hoy canté treinta cuatro veces la canción del mamboretá durante el trayecto hacia el jardín. Alrededor nuestro, los pasajero iban cayendo en un desmayo onírico muy inusual. Entonces pienso que mi voz realmente sirve para dormir, pero mi hija se inmunizó; o se durmieron todos para dejar de escucharme excepto mi hija. La última opción me hace más feliz.

Aceptando que los gustos musicales no se heredan, me hace refleccionar y rezar para que mi hija tampoco herede mi ritmo para bailar ni mis cuerdas vocales para entonar. Pero si la perinola genética se ensaña con su voz, espero que al menos reciba mis ganas irrefrenables de cantar.


martes, 29 de marzo de 2016

Cocinando juntos

Hoy preparamos empanadas dobles de choclo amarillo, huevo batido y queso (con una pizca de pimienta de cayena triturada y nuez moscada) y mi hija ofició de ayudante de cocina.

Mientras se enciende el horno para precalentarlo, está permitido jugar a apagar las velitas y cantar algunos feliz cumpleaños, nunca está de más.

Si bien las latas son definitivamente más prácticas; separar los granos del choclo puede ser gratificantemente divertido. Si elegimos la opción número uno, al menos usar un abrelatas clásico de agarre doble y rueda dentada, para que el momento sea participativo. Si seguimos con el desgrane, podemos utilizar las manos o un cuchillo para niños sin filo. Si repentinamente comienzan a granizar granos, irremediablemente usar aspiradora, éstos se pegan tanto al piso que el uso de la escoba puede ser un poco frustrante. Colocamos los que sobraron en un cuenco; pero si el picoteo previo, el intento instintivo de amasarlos o la mala puntería hacia algún objetivo aleatorio nos dejaron tempranamente sin parte del relleno, recomiendo fervientemente repetir los pasos anteriormente descriptos. Una lata con sistema abre fácil, puede ser efectiva y lúdica, más si a esta hora las verdulerías están cerradas.

Al romper los huevos, debemos convencer previamente a nuestra partenaire de que no lo ejecute arrojándolos con fuerza sino con suaves golpecitos contra el canto de un material duro, también hay que recomendarle que no suelte el mismo cuando la clara le moje los dedos. Después de volver del almacén con media docena más, me inclino a que el batido se enroque por un agitado enérgico dentro de la seguridad de un tupperware bien cerrado.

Para que el resultado final se parezca a una cena, es imperativo empezar a cocinar una hora y media antes de lo previsto, si se tarda demasiado, se puede llegar a confundir con un desayuno madrugador.

Disponemos algunos discos de empanada sobre la fuente o pizzera, nos encargamos de recuperar con el amasador los discos que previamente hayan terminado con agujeros formando una cara alegre. En caso de que se creara una superbola con varias tapas de empanadas, amasar enérgicamente y probar hacer un calzone relleno de banana, dulce de leche y nuez. Desde ya aclaro que la receta del postre mencionado no está incluída.

Al rellenar, primero van los granos, el condimento, luego una capa generosa de queso. Tapamos y repulgamos dejando una abertura de dos centímetros de diámetro. Introducimos una porción de huevo agitadísimo, hasta la mitad, evitando que nos rebalse y las dejamos apoyadas inclinadas en el borde para que llegue hasta el fondo.. Siendo este paso tan crítico, es vital ser nosotros los actores y el resto espectadores. Digo el resto, por que a esta altura debe estar toda la familia pululando alrededor de la cocina, tratando de olfatear el menú.

Al aplicar los condimentos, lo primero es la prevención. Abrimos la caja de herramientas, nos colocamos sendas antiparras protectoras, barbijo para evitar la tentación de oler o probar y guantes de látex para que cuando le de sueño no se trasfiera picante a sus glándulas oculares. En algunos casos, abrir la caja de herramientas puede desviar la atención y que se empiecen a usar los destornilladores, las llaves y el martillo. Si esto sucede, implica que deberemos lavarnos las manos después de intentar varias veces guardar todo  antes de continuar.

Si estás siguiendo todo al pie de la letra, no te enojes, en realidad me doy cuenta que conviene precalentar el horno justo en este momento, no hace dos horas.

Terminamos de cerrar el repulgue y en quince minutos deberían estar.

Como nos dio hambre en el camino, picamos unos sanguchitos de jamón y queso, nunca está de más tener un sandwich bajo la manga. Las empas quedaron para mañana.

Canciones para cantar y bailar

Hoy no hay tiempo para escribir, pero si para cantar y bailar.....





domingo, 27 de marzo de 2016

Tácticas y Estrategias

Cuando dejar de insistir es el mejor remedio.

Fiebre alta, falta de apetito y una molestia apenas perceptible en el oído derecho. Eran casi las dos de la mañana, a mi entender, la mejor hora para ir a la guardia pediátrica. A la madrugada, casi nadie va a la guardia, si es una verdadera emergencia el protocolo es otro. Entre los beneficios principales, podemos destacar que no hay otros chicos, esto se traduce en que se reduce drásticamente la posibilidad de que mi hija se pueda contagiar de algo nuevo durante la espera, espera que obviamente es casi inexistente, factor por el cual volveremos con mayor celeridad al cobijo de nuestra casa, dado que el tráfico típico de hora pico está descansando en algún garage.

Luego de escuchar su nombre, mi hija se acerca a la puerta del consultorio y golpea tres veces, le sonríe a la doctora, se trepa hasta la camilla y se acuesta. Si bien es algo que esperaría de mi hija, me quedo atónito cuando, abre la boca y saca la lengua al momento que la doctora se acerca con su mini linterna. Para seguir sorprendiéndome, gira sin su cabeza para que le revisen sus oídos y levanta su remera para que la ausculten. Todo esto sin resistirse y con una sonrisa.

No existe táctica ni estrategia que pueda comprar un momento como este, fue la primera vez que no se resistió a un control médico. Mi buena fortuna me acompañó hasta llegar a casa, mi hija me acechó desde que entramos hasta que preparé el antibiótico abananado y se acomodó en el sillón con su dosis de felicidad, a degustar hasta el fondo una pronta recuperación.

El otro día empezó tres horas después con 39° C de temperatura, le siguió un baño tibio con el agua a 37° C que voy bajando gradualmente hasta que llega a los 30° C. Pero el verdadero desafío, fue el momento de darle el antitérmico. Luego de media hora de seguirla hasta cada rincón de la casa, se recluyó en su cuna a jugar. Diez minutos después me llama preocupada porque su peluche preferido se atoró en el barral de la cuna.

Me acerco pensativo, miramos juntos el problema y le explico que papá se va a encargar de resolver la situación. Disimuladamente, le pido que me sostenga el vasito dosificador y dedico todos mi esfuerzos a rescatar a su osito. De reojo, miro a mi hija que con cara de curiosa preocupación, estiraba su cuello para ver las maniobras de rescate apoyando su codo derecho sobre el respaldo. Molesta porque tenía la mano ocupada, se toma el contenido del vasito y lo deja apoyado por ahí.

Respiro aliviado y al segundo empiezo a imaginar un escenario parecido dentro de algunas horas. Aunque la realidad es que con mi hija, las estrategias, nunca funcionan una segunda vez. Mi única táctica es quererla y acompañarla con una paciencia omnipresente e infinita.