martes, 7 de junio de 2016

Tres días y pico de lluvia

Los días de lluvia siempre fueron de mi agrado, hoy los sigo disfrutando, siempre y cuando sean esporádicos, no consecutivos y no dejen charcos de barro en el patio de casa. A medida que crece mi hija la cantidad de actividades que podemos hacer y disfrutar juntos es tan abrumadora que ya no me asusta tanto el encierro pluvial.

Hace seis meses que dejó los pañales y el único inconveniente que tuvimos fue por una cistitis, durante un fin de semana extra largo y excesivamente lluvioso; en el que la palabra que más repetimos, despiertos y en sueños, fue pipí.

Los juegos que tenía planeados fueron rápidamente reemplazados por el baile de la pelela, meteoritos de papel higiénico, competencias olímpicas de bañadera y la búsqueda del tesoro. Por tesoro me refiero a una bombachita seca, ya que entre el importunismo de los efectos secundarios de la cistitis y la humedad extrema de una tormenta interminable seguían húmedas las que habíamos colgado tres días antes.

La desesperación, me llevó a momentos de debilidad y resignación. Me avergüenza reconocer que evalué por un instante los pros y los contras de ponerle de nuevo pañales hasta que salga el sol.

Después del baño, sabiendo que no tenía más bombachitas secas, alargué lo más posible el momento para vestirla, con varios cambios de vestuario. Luego, mientras le secaba el pelo en posición de soplidito tibio, se me ocurrió secar sus prendas íntimas con el secador. Me armé un tender improvisado entre los lados de la cuna y a secar.

Mi mujer se asomó, se sonrió y me guiñó un ojo. Si, si mi amor, después te enseño! le respondí.


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