jueves, 22 de diciembre de 2016

La gran semana de las escondidas

Esta semana, aprovechando que mi hija ya cuenta hasta diez, aprendimos a jugar a las escondidas en el patio de casa. Para mi sorpresa, el juego duró casi una hora ininterrumpida.

A la noche empecé a preparar todo para cocinar, pero como mi hija me seguía saltando con los ojos tapados al grito de -¡Escondida, escondida!. Miré a techo por unos segundos mientras bostezaba y tuve uno de esos escasos momentos únicos de iluminación paternal.

Empezamos a jugar y yo contaba hasta diez muuuyyy leeentaaaameeeeenteeee mientras pelaba las verduras. La encontraba, volvía a contar mientras picaba la cebolla. Volvía a descubrir su escondite y me acercaba corriendo a ver cómo seguía la salsa por diez segundos cada vez más aletargados.

Para el final de la semana, mi hija se convirtió en una eximia profesional en el arte de camuflarse en el hogar, Esto quedó determinado luego de diez minutos de pánico y desesperación en los que no la podía encontrar por ningún lado porque ella había empezado a jugar pero no e había avisado.

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